El mar tenía hambre y
engulló el continente perdido. Se sació rápido. Y dejó los huesos de sus
víctimas en forma de islas.
Una de esas islas tenía
forma de corazón. O al mar no le gustaba el sabor del corazón o fue mera
casualidad que ese residuo de la pantagruélica catástrofe geológica se quedara
en un extremo con su preciosa y romántica forma.
Tanta prisa tenía por
abandonar el mar que salió como una lanza con sus picachos enhiestos.
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