Vuelvo a bajar del coche a un
par de kilómetros de Chulilla. Se definen las casas blancas escalonadas, la
muralla alargada del castillo y la brusca caída del terreno que forma una hoz
que rodea la población. Era la vista que buscaba ayer y que no pude disfrutar
por la incomodidad de la lluvia.
Atravieso el pueblo buscando
dónde aparcar. Imposible. Los coches no interceptarán el disfrute de sus
calles. Tampoco está tan lejos el aparcamiento que utilicé ayer.
Alejándome un poco más busco los
miradores sobre las hoces. Un sendero me acerca a un camino que estructura un
pequeño paseo por los paredones verticales desnudos. Me sorprende cómo ha
llegado la gente a lo más hondo del desfiladero. Al avanzar se estrecha la hoz.
Me acompaña el sonido del río. Y un grupo razonablemente amplio de visitantes.
Es día laborable en la Comunidad Valenciana, por lo que muchos de los presentes
venimos de fuera, especialmente de Madrid, donde es festivo.
Desde luego, no me imaginaba
este tajo del terreno. Ayer lo intuí, pero al no desplazarme y alejarme del
pueblo me perdí la culminación del espectáculo geológico. Sigo hasta el Chorro Azul
y más allá por los recovecos que traza el Turia encajado en lo más profundo.
Regreso al pueblo, previa
parada, nuevamente, en el mirador de la Bandera. Las construcciones aparecen
entre dos peñas. A la derecha, el castillo árabe. Ese cerro cobijó diversos
asentamientos desde la Edad de Bronce. También un castro.
Chulilla es un excelente punto
para realizar rutas de senderismo, como la de los Calderones, o para visitar
unas pinturas rupestres que dan cuenta de la importancia ancestral del lugar.
Ahora me doy cuenta de que es necesario más tiempo para explorar a pie de una
forma tranquila los muchos encantos de la comarca. Por algo, poco tiempo
después, la zona será premiada con la protección de la Unesco como reserva de
la biosfera.
Me introduzco por las calles
tranquilas y de casas escalonadas. Su muestra la iglesia de la Virgen de los Ángeles,
erigida sobre el lugar que ocupó la mezquita. Se abre otra nueva perspectiva,
especialmente sobre el cerro frente al castillo y las vegas que se prolongan en
dirección a Sot. Llego hasta la base del castillo. No me planteo continuar
subiendo. Eso que me pierdo. Contemplo la otra salida de la hoz que rodea la
peña del castillo. El pueblo se alarga, se derrama.
No me hacía una idea de la
configuración concreta de Chulilla hasta que vi una postal tomada desde la cima
de la montaña frente al castillo El Turia abraza ese cerro y forma como una
península.
Descanso en una amplia plaza
donde han instalado un pequeño mercado. Pido una cerveza y me entretengo
observando a los transeúntes y a la gente de las mesas con breves vistazos a
las casas y al castillo.
Continuaré hasta Lliria, comeré
allí y me desplazaré hasta Calpe para disfrutar del resto del puente en
familia.
0 comments:
Publicar un comentario