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La comarca de los Serranos 15. Un desfiladero, una tormenta.



La carretera se estrecha, se pega a los taludes rocosos. Apenas caben dos coches. En varios puentes y cruces se deben respetar las preferencias de la señalización vertical porque solo pasa un vehículo.
La lluvia se intensifica, choca contra el parabrisas con estrépito, me amedrenta, impide que disfrute el paisaje. Hay demasiados puntos negros y sin visibilidad. Extremo el cuidado. La carretera serpentea hacia uno de los puertos. Al alcanzar Sot de Chera me asomo brevemente.

Continúo por el desfiladero de matices oscuros por la lluvia. Caen rayos que me hacen plantearme si es prudente continuar, si debo parar hasta que escampe. No parece que vaya a serenarse el cielo a corto plazo. Avanzo. No puedo apreciar nada con detalle.
Chera no está lejos. Se pierde la señal de la radio y me acompaña el tamborileo de la lluvia. El paisaje es rocoso e impactante, se intuye tras la cortina de agua. Desde otro lugar elevado, antes de coronar un nuevo puerto, oteo en lo profundo del valle encajado el embalse de Buseo. Un cartel anuncia la Plana de Utiel y Requena. Se apiada la lluvia de mi persona y cae con menos rabia, con menos virulencia, permitiendo una visión del campo ondulante surcado por los cultivos. Queda aguantar unos kilómetros.

Al alcanzar el hotel me siento tenso y cansado. Me tumbo hasta que la luz declina definitivamente.
Sin demasiada convicción salgo a cenar. Es noche de día laborable. Las calles están vacías, aparco sin problemas frente al Mesón del Vino, otro clásico de Requena. En el interior, dos parejas de turistas mayores y algunos comerciales. No quiero cenar mucho, pero pasan unos solomillos de ternera que quitan el hipo y me dejo seducir. Para hacer boca, una anchoa. De postre, tarta de manzana. El vino raspa un poco.

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