Alpuente ocupa una peña sobre un
amplio tajo, lo que facilitaba su defensa y dificultaba enormemente las
maniobras invasoras. La parte accesible estaba protegida por las murallas que
abarcaban un área de tres hectáreas con muros de 10 metros. Trece torres
aumentaban su efectividad. Eran del siglo X, de época musulmana, con modificaciones
posteriores. Las Guerras Carlistas las destruyeron casi totalmente. En 2002 se
iniciaron los trabajos para su recuperación.
Aquí se refugió el califa
absentista al-Mu’tadd hasta que tuvo que acudir a Córdoba con motivo de una
sublevación. Fue tomada por El Cid en 1089, registró los ataques de
unificadores islámicos del norte de África, almorávides y almohades, y fue
conquistada en 1236 por Jaime I de Aragón. En 1319 y 1383 se reunieron las
Cortes de Valencia en la localidad, lo que da cuenta de su importancia. En los
siglos XIV y XV fue escenario de las luchas entre castellanos y aragoneses.
Lógicamente, cuando su valor
estratégico se desvaneció, se fue despoblando y cayó en el olvido. El turismo
tiene la posibilidad de sacarla del ostracismo. El conjunto de piedra es
agradable, está bien conservado y aconsejo su visita. Los responsables
municipales se han molestado en poner varios paneles explicativos para
transmitir la historia y la cultura de Alpuente. Es muy de agradecer.
La torre Aljama se alza aun
orgullosa. Era una de las puertas de entrada a la ciudad. En la parte alta se
reunía la Lonja de Contratación. Adosado a ella estaba el salón plenario del
antiguo ayuntamiento con un hermoso artesonado del siglo XVI.
La otra presencia poderosa es la
Iglesia de Nuestra Señora de Alpuente, de los siglos XIII y XIV. Su estructura
sobresale por encima de las casonas. Me acerco a ella y la rodeo, me asomo a
las puertas y a la prolongación del tajo defensivo al que se acopla la carretera
hacia La Yesa.
No había sitio en el restaurante
La victoria, con lo que me mandan a La hoz, más allá del museo Paleontológico
que conserva huellas de dinosaurios. Desde el aparcamiento del primer
restaurante la vista es imponente, con el castillo y la iglesia como
referencias claras.
Descanso mientras tomo una
cerveza, esgarreat (pimientos asados
con huevo duro, bacalao y aceite, que me recuerda a la ensalada de pimientos a
la murciana de mi madre) y conejo escabechado. Se va llenando el local.
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