Sin duda, la iglesia mejor
conservada es la de santa María, también gótica isabelina, como la de El
Salvador. Es monumento nacional. Su fachada está completa y las esculturas
mantienen sus rasgos. Las arquivoltas son preciosas. El interior sufrió
considerables daños durante la Guerra Civil.
La plaza central adoptó el
nombre del coronel José Ruiz de Albornoz, el defensor de Requena frente a los
carlistas de Cabrera que la asediaron en 1836. Era la plaza donde se celebraban
espectáculos, eventos y corridas de toros a las que asistieron Felipe III y
Felipe IV. Algunos de sus edificios han sido reconvertidos en restaurantes y
hoteles. Es también el lugar donde se asientan sus famosas cuevas del vino.
Es momento de descansar.
Me siento en una mesa a la
entrada del Mesón la Villa, uno de los que me ha aconsejado la señora de
recepción. He desplazado el plato, he dado un par de sorbos a una cerveza
tostada y sabrosa y descanso tras el interesante paseo por el casco viejo. Me
siento satisfecho porque me ha mostrado la belleza y los lugares de interés de
este pueblo a caballo entre lo mesetario y lo valenciano. Me regalaré un
ajoarriero (el camarero me ha desaconsejado, con buen criterio el morteruelo),
un revuelto de gambas, setas y trigueros y una copa de Silvestro que me deja en
la gloria.
Es hora de regresar al hotel
para preparar la siguiente jornada.
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