La
tranquila diferencia, que sirve de lema a la isla, la aprecio al final de la
jornada. Es fácil encontrarla en muchos puntos de la isla.
Hablaba
Humboldt, el naturalista alemán que visitó estos parajes en 1832, de una naturaleza
filosófica. Para captar esa idea hay que pedir una cerveza, dejar que el sonido
del mar, monótono, certero e incesante penetre en la mente, salga un juego de
nubes que trabaje a destajo en cualquier parte y sumergirse en los recuerdos
más inmediatos de los paisajes que han bombardeado al viajero durante todo el
día. Busco elementos que cuadren con el concepto filosófico de esta naturaleza.
Puede estar en el horizonte calmado, en los campos sobrios, en la camaradería
de las plantas, en la lava petrificada formando lajiales. Seguiré dándole
vueltas. Algo de razón tendrá el sabio.
Nota: fotografía de José Luis Migueláñez Carreras.
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