Valverde
se escalona en la montaña con sus colores claros. La atravieso en varias
ocasiones y me hago una idea de su trazado adaptado a la orografía.
Es una
población de unos 5000 habitantes, según leo, sin que pueda precisar si el dato
es correcto. La isla congrega unos 7000. Con todo, da una idea de su tamaño
reducido. No falta el movimiento, aunque éste sigue la tónica de tranquilidad
de la isla.
Lo
principal se agrupa en la calle San Francisco. La plaza de la Iglesia de la
Concepción es un buen mirador y un lugar donde esperar que transcurra el tiempo
sin problemas. La Iglesia es el destino de la Bajada de la Virgen. La fachada
de piedra está coronada por una torre que ayuda a identificarla desde lejos. El
edificio actual se inició en 1767 y se terminó en 1820. Su interior es sencillo
y acogedor.
La
otra edificación sobresaliente es el Ayuntamiento. En 1899 se quemó y se
perdieron los archivos de la isla, lo que supuso perder una parte importante de
los registros que permitían conocer su historia. Se inició su reconstrucción en
1910, concluyendo las obras en 1940.
Aprovecho
para un breve paseo y para atraer los recuerdos de una escapada nocturna
envuelto en la niebla hace varios años.
La mirada profunda es el
restaurante que me aconseja Raquel. Acierta de pleno.
El
local es pequeño (diez mesas) pero la calidad de la comida es exquisita. Lo
regenta un hombre de mirada profunda, gesto adusto, pelo blanco y abundante y
una depurada técnica para cocinar los productos de la tierra.
Empiezo
con un pulpo hervido que sólo condimenta con aceite y vinagre. Está en su punto
y se paladea con delectación. Las papas
arrugás con mojo verde y rojo lo acompañan.
Veo
pasar un cochinillo negro que me da envidia, un muslo de pollo de tonos
anaranjados y con una salsa suave, un solomillo de buen tomo, un bacalao que he
dejado pasar. He optado por un pescado local, algo feo y delicioso, a la
plancha. Las mollas salen con facilidad y se deshacen en la boca. Hubiera
debido pedir un vino local pero tengo que dar clase más tarde.
Amenizan
la comida una pareja desigual, ella joven, el mayorcito, que quiere seguir en
liza. "No quiero perderte", le dice él a ella mientras repelo la
espina del pescado. Ella hace algún pucherito. Él me recuerda a Michael Douglas
aunque sin su estilo. Es una buena distracción antes de pedir la cuenta. Inigualable.
Nota: fotografías de José Luis Migueláñez Carreras.
Nota: fotografías de José Luis Migueláñez Carreras.
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