La
primera parada la hago en el Mirador de las Playas, que domina el Risco de los Herreños
y que abarca toda la bahía del mismo nombre, entre Roque Bonanza y Punta de
Miguel. Se divisa el parador incrustado en el terreno. Las ramas de los pinos
regalan una sombra necesaria.
Los
miradores son una delicia para una cómoda visión de los paisajes más amplios de
la isla. En ellos se combina la zona alta y la baja, la montaña y el mar, la
lava y las laderas, el llano con sus límites feroces de acantilados tranquilos
aunque de rostro pétreo y adusto.
Mis
amigos holandeses y Raquel me preguntan cuántos he visto y hago memoria. Son
bastantes. Si le unimos las paradas vistosas, muchos más; porque la isla ofrece
panorámicas casi continuamente, para gozo del viajero, que sabe apreciarlo y
aprovecharlo. El tour de los miradores
es imprescindible.
La
forma es parecida a la de El Golfo, aunque más pequeña en extensión. Sin
embargo, aquí la caída es más vertical, estás más encima. Bajan barrancos y
senderos, los árboles se adaptan bien a la pendiente. El mar está aparentemente
sereno. Se escucha su movimiento en el silencio que lo impregna todo. La bahía
es diáfana.
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