Esta
noche he notado dos terremotos: una vibración intensa en la cama. Uno de ellos
ha alcanzado 3,8 grados Richter.
Tengo
la impresión de que los terremotos más intensos se reservan para la noche, se
concentran en ese momento. Al día siguiente, cada uno cuenta sus anécdotas.
El 25
de junio (de 2012) se reactivaban los movimientos sísmicos. Me enteré justo al formalizar
el viaje en una conversación con mi amigo Alfred. No sabía nada. Lo confirmé en
el telediario.
El 27
de junio, el Plan de Protección Civil ante Riesgo Volcánico de Canarias
(Pevolca) decidió subir a amarillo el semáforo de prealerta en las zonas de El
Julán y La Dehesa. Se habían detectado movimientos de magma a 20 kilómetros de
profundidad y una deformación del terreno de hasta 3 centímetros. La calima,
que devoraba la isla en una foto remitida por mi cuñada, cubría todo.
En
tres días se habían registrado 578 terremotos, treinta de ellos por encima de 3
grados en la escala Richter. Se insistía en que no había riesgo para la
población. Con los datos disponibles no se podía afirmar que fuera a haber una
nueva erupción de forma inminente.
El 4
de julio hubo un repunte. De los 160 terremotos registrados, uno había
alcanzado 4,4 grados. Se preveía una intensificación de la actividad justo la
semana de mi viaje. La preocupación de mi entorno se trasladó a mi mente. Se
situaban lejos de mi alojamiento y de mi lugar de actividad pero
intranquilizaba bastante.
El
regreso de los terremotos, más de un centenar de intensidad escasa (inferiores
a 3,5 grados Richter), era asumido con calma por la población, acostumbrada a
que la tierra vibre. En las crónicas del siglo pasado también aparecían
referencias a ellos. El temor a que afectara aun más a su resentida economía
era mayor al temor a que se cayera la casa encima o se abriera el suelo y
devorara a quien paseaba por la calle.
En
esta tesitura dudas de la veracidad de la información que arrojan los medios.
Seguro que se dan instrucciones para filtrarla y que la gente no se asuste. No
hay que patrocinar las malas noticias hasta más allá de unas buenas ventas o
unas cuotas de pantalla.
Los
herreños se quejan de la mala gestión informativa de la anterior crisis
volcánica. Sólo se exponían ante el público las opiniones negativas, lo que
creó un clima de dramatismo que provocó muchas cancelaciones.
Sin
embargo, no todo fue malo ya que por unos meses el mundo supo que El Hierro
existía, que tenía grandes atractivos y que era un destino a considerar, tanto
para los amantes de los volcanes y la geología como de los viajeros
tradicionales. La publicidad fue gratuita, la promoción indirecta dejó un buen
poso.
Al
final, los terremotos han creado optimismo. También darán lugar a la creación
de un Centro Vulcanológico en la isla.
Nota: los hechos se refieren a junio de 2012.
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