Bajando,
contemplaré todo el arco sur hasta La Restinga. Es una costa inhabitada. Pasada
la Cruz de los Reyes mi objetivo es un círculo trazado sobre el mapa que indica
un bosque de laurisilva, una maravillosa peculiaridad cercana al Mirador de la
Llanta. Pero el tiempo se echa encima y tengo que acortar, con el compromiso de
buscar un hueco para adentrarme en él. Tampoco es que la señalización me aclare
mucho.
Camino
de San Andrés y del regreso la carretera me conduce al Mirador de Jinama, otra perspectiva
de El Golfo, similar a la de la Peña. Sin embargo, el color no es el mismo ya
que las nubes han dado algo de tregua y el sol se proyecta desde el horizonte.
He visto tantas veces el Valle en tan pocas horas que lo siento como de la
familia.
Una
sucesión de miradores: ese es el significado de los asteriscos sobre el mapa.
Sería la versión oficial del álbum fotográfico de la isla. Se asoman al mar, al
bosque, al valle, a las rocas que sobresalen con orgullo. Rompen la intimidad
de paisajes cerrados.
Una
pequeña ermita acompaña al mirador. Pienso en un culto ancestral cristianizado.
El lugar es inaccesible desde el este pero de fácil acceso para las poblaciones
de la meseta, las tradicionales. Las flores que acompañan a la virgen están
tiernas y jugosas: alguien la cuida a diario.
Desde
San Andrés regreso a Valverde y tomo la carretera del parador.
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