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Sicilia: Sueños de una isla invadida 78. En torno a Porta Felice.


Hacia el norte, en dirección al mar, por Vittorio Emanuelle, nos dirigimos hacia el otro extremo de la ciudad, Porta Felice. Era casi contemporánea de la Porta Nuova, aunque no se completó hasta 1637. Se podía subir a una de las torres y disfrutar de una buena vista sobre el mar, el puerto y el paseo marítimo. Era la entrada tradicional a la ciudad, como escribió Dacia Maraini:
Sabe que dentro de poco pasarán entre las dos columnas de Porta Felice, desembocarán en Cassaro Morto, y enseguida entrarán en el amplio rectángulo de Plaza Marina, entre el palacio de la Zecca y la iglesia de Santa María della Catera. A la derecha aparecerá la Vicaría y en la cabeza el viento se volverá tempestad, los dedos se contraerán…

Antes de llegar se desplegaban los jardines de Garibaldi con su esplendoroso Ficus Macrophylla. Un poco más hacia el  mar, la iglesia de San Juan de los Napolitanos. Hacia el interior, varios palacios de gran interés, como el Chiaramonte Steri, el Abatellis y el Palagonia. El entramado de calles era atractivo.
Antes de explorar la zona nos introdujimos por las callejuelas y encontramos una zona de restaurantes de estupendo pescado y recetas tradicionales. Buscamos una mesa a la sombra, nos bendijo una ligera brisa y nos refrescamos con dos poderosas cervezas. El pescado a la plancha fue exquisito.

Piazza Marina fue la zona de las ejecuciones públicas, de los autos de fe, de la Inquisición. Nuevamente Dacia Maraini nos ilustra sobre su actividad en el siglo XVIII:
Auto de fe significa hoguera, plaza Marina y la multitud de las grandes ocasiones: autoridades, guardias, vendedores de agua y anisado, de pulpo hervido, de caramelos y de higos chumbos; olor a sudor, a alientos podridos, a pies enfangados; además la excitación que crece, que se vuelve carnosa, visible, y todos aguardan comiendo y charlando ese navajazo en el vientre que trae pena y delicia.
Esos jardines tranquilos donde sentarse a descansar ocultaban un oscuro pasado. La sede de la Inquisición estuvo en el cercano palacio Chiaramonte Steri, de aspecto acastillado y gótico. Fue construido a principios del siglo XIV por Manfredi di Chiaramonte, representante del poder de los Anjou, una de las facciones que durante décadas se enfrentó con la de los aragoneses y que provocó una época de inestabilidad política tras la tranquila de los normandos.


Fue residencia de los virreyes aragoneses tras ser incautado a la familia Chiaramonte. Más tarde, fue oficina de aduanas para pasar a ser sede de la Inquisición y, al abolirse la misma, tribunales. Actualmente, sus celdas son acogedores salas de exposiciones. Es el rectorado de la Universidad de Palermo.
Merece la pena acercarse al palacio Abatellis, del siglo XV, donado por la familia para monasterio de mujeres. Con algo de tiempo sumérgete en el arte de la Galería Regional de Sicilia, con una colección muy interesante. Nosotros sólo nos asomamos a su patio.
Nos refugiamos del calor en la cafetería de un hotel de lujo bajo el aire acondicionado.

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