Sicilia, la isla invadida,
debía su diversidad a los sucesivos conquistadores que se habían asentado en
sus tierras y habían aportado su cultura para una amalgama de deliciosas
consecuencias. Como escribió Guy de Maupassant, el estilo árabe-normando nace de
esa influencia cruzada “donde la severidad del estilo gótico, que aportaron los
normandos, está atenuada por el uso admirable de la ornamentación y la
decoración bizantina”. Para comprobarlo en su máxima manifestación nos
dirigimos al palacio Normando y a la capilla Palatina.
Remontamos la amplia calle
Maqueda y atravesamos la monumental Porta Nuova erigida para celebrar la
entrada en Palermo del rey de España Carlos I y V del Imperio tras vencer a los
turcos en Túnez en 1535. Hacia la izquierda se despliega el lugar que durante
siglos, y con ciertos paréntesis, fue el centro político y económico de la
ciudad y de la isla. Aquí estuvo la fortificación púnica
en la que fueron sustituidos por los romanos en el siglo II a.C. Los árabes la
transformaron en el siglo IX para que fuera el palacio de los emires, aunque
posteriormente se desplazaron hacia la zona marítima. Prácticamente nada se
conservaba de aquellos tiempos anteriores a los normandos, salvo los cimientos,
que verificamos en nuestra visita, y poco más.
Su configuración actual
arrancaba en el reinado de Roger II, hacia 1130, quien consolidó las torres y
bastiones y construyó el palacio, que sufrió diversas transformaciones. Tras
Federico I (II del Imperio), a mediados del siglo XIII, entró en un periodo de
decadencia y abandono hasta que lo rehabiliten los españoles, que derribaron en
el siglo XVI las torres normandas, construyeron la fachada principal, rematada
con el escudo imperial, y los patios de Maqueda y las Fuentes.
Accedimos a la zona renacentista
y admiramos la triple arquería del patio de Maqueda. Detrás quedaba la capilla
Palatina. Subimos por la grandiosa escalinata al primer piso.
La capilla quedaba incrustada
en las edificaciones del palacio. Externamente no se podía trazar su forma ni
su diseño. Los ábsides fueron tapados por una remodelación del siglo XVII. No
importaba porque su interés radicaba el interior, realmente impresionante.
Al entrar quedabas impactado
por la riqueza de la decoración a base de mosaicos dorados que cubrían por
completo los muros, los arcos y las bóvedas. La Biblia se desplegaba en
imágenes que transmitían una historia gráfica fácil de entender, aunque su contenido
no estuviera destinado a los analfabetos hombres de a pie. Los artistas y
artesanos que participaron en la ornamentación estaban inspirados por un
espíritu divino.
La primera imagen que captaba
la atención era el Cristo Pantocrátor, en majestad, severo, algo ceñudo, la luz
del mundo que nos ayudaba a salir de la oscuridad. Nos recordaba a los de
Monreale o Cefalú, con los que estaba hermanado artísticamente. Otro nos
bendijo desde la cúpula del transepto. Quizá el espacio más reducido (unos 35
metros de largo) era más envolvente, más cercano, más íntimo. Todas las
descripciones que había leído coincidían en la intensa impresión causada a los
visitantes, que no podían creer que hubiera una obra tan maravillosa.
Dedícale todo el tiempo que
quieras y déjate empapar por sus tres naves, por las secuencias bíblicas, por
los rostros de personajes y santos. El techo era un artesonado morisco
realizado por artistas fatimidas con pequeñas escenas palaciegas, domésticas y
diversos personajes. No dejes de bajar la vista al suelo y admirar su
decoración geométrica. El púlpito de mármol de varios colores e incrustaciones
era otra joya, como la columna del cirio pascual. O el trono, en la cabecera,
donde se sentaba el rey bajo el Cristo sedente.
Deambulamos por el resto de
salas visitables del palacio que como constante sede de poder albergaba la
Asamblea Regional Siciliana, presente en el palacio desde el final de la
Segunda Guerra Mundial. Incluso accedimos a su interior antes de que nos
desalojaran de una forma bastante amistosa.
La decoración de mosaicos de
esta parte era ajena a elementos religiosos y estaba dominada por animales y
seres mitológicos que retozaban en un hermoso jardín idealizado con árboles y
palmeras. Quiz´para simular un pabellón de caza. Quizá en la sala de Roger II
se reunían los monarcas con sus ministros y embajadores, con artistas y poetas
de la corte. Fue inicialmente un dormitorio con excelentes vistas sobre la
ciudad y la bahía.
0 comments:
Publicar un comentario