La Punta
de la Dehesa es una isla baja, término que se aplica a una superficie plana de
lava que da al mar. Aquí se aventuraron a instalar unas plataneras pero
fracasaron estrepitosamente por el vengativo viento. Quedan los rectángulos,
como una advertencia a quien quiera volver a intentarlo. El paisaje es lunar.
Podría
desviarme a la playa del Verodal y contemplar su arena roja, una curiosidad de
la isla. Opto por no desviarme. Me da miedo perder demasiado tiempo.
Subo
la versión herreña de las siete revueltas hasta el mirador de Lomo Negro, que me
da una perspectiva completa.
“Las
islas siempre remiten a lo remoto, al misterio, al miedo y también a una honda
sensación de libertad-escribió Javier Reverte.-“Me voy a perder en una isla”,
oímos a menudo. Y esa expresión remite a un deseo de alejarse de lo civilizado,
como si los territorios insulares mantuvieran aun en su suelo una suerte de
corazón salvaje y libertario. En todo caso, las islas son siempre literarias”.
Creo
que Reverte se hubiera inspirado en este lugar para escribir ese texto. Estoy
en el punto más remoto, alejado de la civilización, que únicamente concede un
camino de tierra. El territorio es áspero, duro, pero también literario.
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