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El Hierro. Clamor volcánico, tranquilidad infinita 5. El mirador sobre El Golfo.


César Manrique fue generoso con su tierra y dejó su huella en cada una de las islas del archipiélago. La personalidad canaria se hace más cercana al observar sus obras.
Siempre buscó emplazamientos especiales y los trató con cariño. El resultado es siempre un lugar imprescindible.
Somos pocos a esa hora de la mañana en que aún no han abierto. El edificio, con su poderosa chimenea, está rodeado por un jardincillo con plantas autóctonas. Moverse en ese ambiente es relajante.

El mirador se asoma sobre la extensa llanura de El Golfo, el corazón agrícola de la isla. Dicen que allí hubo una enorme caldera que un cataclismo partió en dos, como si tierra y agua tuvieran que repartirse como buenos hermanos la montaña de centro convexo formada por las ansias de conocer mundo del magma del centro de la tierra. La ola que provocó la fractura alcanzó más de cien metros y quizá viajó hasta tierras del Nuevo Mundo, como un precedente de posteriores viajes. Lo que contemplo es la parte del cráter que no se hundió, amplia, arqueada, terminada en un cabo que apunta hacia la derecha.


El tiempo no acompaña demasiado y su verdor habitual se cubre de tonalidades grises por la influencia de las nubes que han topado contra los riscos y que impiden ver la parte superior.
Llegan los rumores del oleaje combinados con una franja blanca en contraste con el color negro de la costa, bastante recortada.

Dos carreteras recorren la extensión. Una, casi paralela al mar. La otra cicatriz se inclina hacia la izquierda, hacia Frontera. Los cuadrados y rectángulos de los invernaderos ocupan un lugar preferente.
Se divisa el campanario exento sobre una loma de lava de la iglesia de la virgen de la Candelaria. Por allí está también Tigaday, famosa por sus carneros que animan las fiestas de carnaval.

Más a la derecha, unos islotes llaman mi atención. Son los roques de Salmor. Son algo más que dos enormes piedras cercanas a la costa: desafían la fuerza del mar. Este era el hábitat natural del lagarto gigante.
Aprovecho para repasar detalles, caminar por el conjunto, reflejarme en las cristaleras.


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