El
ritual de cada día me conduce por ese arco de Las Playas que recuerda a El Golfo
en pequeño, menos poblado, más apacible, más vertical el acantilado al contar
con menos transición. Desde la costa hacia las cumbres, espectacular. Desde el
mirador de Las Playas, en lo alto, también.
El
arco termina en uno de los escasos semáforos de la isla que regula el tráfico
del túnel de casi un kilómetro que, por un único carril, lo que implica un solo
sentido que se alterna, traslada a otro ámbito. Mientras esperas, contempla el
Roque de la Bonanza, una roca de forma triangular y dos agujeros como ojos que
emerge del mar. Todo un símbolo. Es de forma curiosa y habría que observarlo
desde la antigua carretera, con el parador al fondo, y desde la espera con el
telón de fondo de la montaña. Al atardecer, se ilumina de una luz suave y un
color ocre. A contraluz, es un perfil negro. En cualquier momento y con
cualquier tonalidad tiene algo de humano, de habitante ancestral, de protector
de la montaña. Si lo hubiera fotografiado en cada ocasión, sentiría la
transformación que ofrece con el transcurso del día y los cambios de humor del
tiempo.
El
siguiente tramo, hasta el segundo túnel, está más habitado y se eleva el borde
de la tierra. Es la zona de Timijiraque. Siempre bate el mar, siempre espumado,
siempre rugiente. Complicado el bañarse en esta zona.
Leí
que el puerto de la Estaca, lugar por donde necesariamente se entraba hace
años, era unos simples zarpazos en el acantilado, unos escalones incómodos que
denotaban el grado de abandono que sufría la isla, que no visitaban ni siquiera
los políticos en periodo de elecciones para pedir su voto. El mayor
acontecimiento era el correíllo, el barco que funcionaba como nexo regular de
unión con Tenerife. En él se cargaban las mercancías y el correo salientes y
depositaba el entrante y sus escasas importaciones.
La
carretera que conduce a Valverde quizá se trazó sobre el camino de mulas
antiguo. Tremendas las cuestas y buenas las vistas.
Desde
Valverde se distribuyen las carreteras. Insisto en la grata sorpresa ante su
mejora general.
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