Estábamos ante el sitio
arqueológico más extenso de Italia y de Europa. Se desplegaba entre las colinas
de Gaggera, al oeste, y la Oriental, en una extensa llanura. La ciudad se había
formado en torno al río que le daba nombre, Selinos o Selinunte. En otro lugar
leímos que su nombre procedía del selinón o apio.
Fue fundada por colonos de Megara
Hyblaea en el siglo VII a. C. Sin duda, aquellos templos dóricos derrotados
daban fe de que la ciudad fue un gran centro comercial que gozó de inmensas
riquezas. En el mapa aparecía un puerto enterrado, quizá provocado por una
alteración de la altura de las aguas del mar.
El yacimiento se extendía por
dos zonas bastante bien delimitadas: la Acrópolis, con los templos A, B, C, D y
O (a la izquierda de la entrada, más alejada), rodeada de murallas, y la colina
Marinella, con los templos E, F y G (a la derecha de la entrada) como
principales atractivos. De una a otra zona había una suculenta caminata que se
podía cubrir con un trenecito, aunque nosotros preferimos hacer uso de nuestras
fornidas piernas. El resultado estuvo cercano a la deshidratación.
Comenzamos nuestra visita por
los templos que quedaban a nuestra derecha. El principal era el E, posiblemente
dedicado a Hera. Del siglo V a. C., era de estilo dórico. Se conservaba
razonablemente bien y era fácil hacerse una idea de su grandiosidad al entrar en
el perímetro y caminar sobre las losas que albergaron un santuario, al fondo.
El mar se perfilaba entre la
bruma de la calima. Buscábamos la sombra de las columnas, la más leve brisa,
casi imperceptible. Los templos F y G respondían al concepto de amasijo de
piedras que describía Maupassant. En mi primer viaje creí que era un único
templo de grandes proporciones ya que los fustes de las columnas caídas se
agrupaban en torno a un rectángulo único.
La Acrópolis parecía cercana,
pero implicaba un buen paseo sin demasiada protección del sol. Los templos A,
B, C, D y O se agrupaban en un espacio compacto. El más destacado era el C, del
siglo VI a. C., el más antiguo. Destacaba al observarlo de lejos. Quizá estuvo
dedicado a Apolo. El D estuvo consagrado, según se contaba, a Venus, y el B a
Asclepios. Éste era de los siglos III-II a. C., de estilo dórico-jónico. Los más
cercanos al mar eran el A y el O. De tamaño idéntico, quizá estuvieron
dedicados a Cástor y Pólux.
Intentar averiguar cuál era cada
templo podía ser un ejercicio inútil. Era mejor disfrutar del entorno de las
calles rectas que tuvo la Acrópolis, de las casas y tiendas cartaginesas. Era
un intenso viaje al pasado.
Sin duda, el otro atractivo era
la playa. Con la inmensa sudada que llevábamos lo lógico hubiera sido buscar
uno de los chiringuitos, beber una cerveza fría y arrancar el calor con un
baño. La botella de agua de dos litros que llevábamos cayó antes de entrar en
el coche. En la visita de 1996 sí que comí en uno de los merenderos. No había
aire acondicionado.
Nota: la foto antigua es de Giorgio Sommer.
Nota: la foto antigua es de Giorgio Sommer.
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