En mi primer viaje, salimos de
Taormina, a la altura de Catania, abandonamos la costa para infiltrarnos hacia
el interior de campos secos por influencia del verano, alcanzamos Enna y desde
allí hasta Piazza Armerina. En el tercer viaje, salimos por la carretera SS 514
hacia Gramichelle, pasamos Caltagirone y alcanzamos Piazza Armerina. Las
carreteras eran estrechas y sinuosas y atravesaban numerosos pueblos, algo
pintoresco, aunque supuso una importante demora en nuestros planes.
En el interior, las ciudades se
encaramaban a las montañas con escenografías espectaculares. Podría deberse a
razones defensivas, pero en mis notas del primer viaje Renatto, el guía,
afirmaba que la ubicación tenía por objeto principal evitar las enfermedades. A
esas alturas los insectos transmisores eran menos eficaces. Una tercera razón
la encontré en Viaje a Italia, de
Goethe, y era debida a la fertilidad de la tierra:
El suelo
propicio a los cereales se aprovecha y se cuida de tal manera que no se ve ni
un árbol; incluso las pequeñas poblaciones y casas se sitúan en las crestas de
las colinas, donde una capa de roca caliza es la responsable de la
improductividad del suelo. Allí viven las mujeres todo el año, ocupadas en
hilar y tejer, mientras que los hombres, sobre todo en la época en que los
trabajos de campo son más pesados, sólo pasan los sábados y domingos con ellas;
los otros días permanecen abajo y se cobijan en chozas de cañas.
El interior era el granero de la
isla que había atraído a diversos pueblos para asegurarse el abastecimiento de
cereales. Era la zona bendecida por Ceres.
En esos pueblos, el punto más
alto lo ocupaba indefectiblemente la iglesia con cúpula y torre. Desde allí, se
derramaba el caserío que formaba una especie de coraza de tejas, piedra,
ladrillo y otros materiales. Parecía que no había calles de lo apelotonadas que
estaban las casas. Un buen ejemplo de ello era Piazza Armerina, a la que nos
hubiera gustado dedicarle más tiempo. Simplemente la atravesamos y nos hicimos
una idea del lugar. Nuestro destino se encontraba a pocos kilómetros, en las
afueras.
Sin duda, la Villa del Casale eclipsó
otros atractivos de Piazza Armerina, que siempre gozó de buena salud económica
y poder local al estar ubicada en una zona especialmente fértil. Su actual
emplazamiento era del siglo XII, ya que en 1161 fue destruida la ciudad fundada
por los sarracenos en el siglo X en la ladera de Colle Armerino. La expansión
del siglo XV se dirigió hacia el sureste y su esquema urbano databa del siglo
XVII, según leímos en la guía.
Fue un lugar de cierta enjundia,
como lo prueba la existencia de múltiples iglesias y conventos, algunos de los
cuales habían abandonado la disciplina de la Iglesia. Destacaba, sin duda, la
catedral, barroca del siglo XVIII, pues desde 1817 era sede episcopal. Su
cúpula era claramente visible en lo alto de la montaña. También estaba bien
provista de palacios. En la ciudad se celebraron cortes impulsadas por Federico
III de Aragón en 1296 y 1309. Hubo una universidad administrada por los
jesuitas. Su fiesta más renombrada era el Palio de los normandos, que se
celebraba entre el 13 y el 14 agosto y que recordaba la toma del conde Rogelio
en 1087.
A poca distancia estaban los
asentamientos arqueológicos de Aidone y Morgantina, este último de gran
importancia.
Nota: las dos primeras fotos pertenecen al libro de Ediciones Italcards "Piazza Armerina. Los mosaicos y Morgantina". Mi más sincero agradecimiento.
Nota: las dos primeras fotos pertenecen al libro de Ediciones Italcards "Piazza Armerina. Los mosaicos y Morgantina". Mi más sincero agradecimiento.
0 comments:
Publicar un comentario