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Sicilia: Sueños de una isla invadida 39. Catania II.



Nos hubiera gustado recorrer los lugares descritos en Los Virreyes y revivir las escenas del libro, pero nuestro tiempo en Catania era limitado y sólo nos dio para un buen paseo que nos dejó una idea bastante aproximada de la urbe.
La noche anterior llegamos a la ciudad de noche, encontramos el hotel San Max sin demasiadas dificultades y salimos a cenar con la intención de no desplazarnos lejos. Estábamos cansados y Via Etnea, 329, la dirección del hotel, junto al Botánico, estaba un poco alejada del centro. Hubiéramos llegado bajando todo recto. Buscamos un sitio donde cenar en las calles casi desiertas y echamos un remiendo al cuerpo.


Por la mañana sí que hicimos ese recorrido hasta la catedral y comprobamos el corte barroco que le había impreso la reconstrucción del duque de Camastra, el virrey español, tras la erupción y el terremoto de finales del siglo XVII. Via Etnea era recta y estaba cortada por otras calles amplias, se oteaban plazas espaciosas, también callejuelas estrechas y con encanto. Se sucedían las iglesias y los palacios, se alternaba la piedra volcánica negra con la caliza blanca. Las fachadas mostraban rostros elegantes y alegres como sólo pueden conseguir los italianos.


La historia de Catania era una historia de destrucción y paralela reconstrucción. El Etna pagaba su mal genio con la ciudad y los terremotos hacían otro tanto. El carácter cíclico de la vida se expresaba perfectamente en la historia de la ciudad, que había pasado por similares fases e invasiones que otras ciudades y territorios de la isla.
Los restos romanos afloraban encajados por golosos edificios barrocos. La gente caminaba entre ellos sin hacerles demasiado caso, lo mismo que le ocurre al lugareño ante lo que ha visto toda la vida. Los turistas le hacemos más caso a los monumentos. La novedad.


Este paseo hasta la catedral hubiera justificado la visita de la ciudad. La catedral, dedicada a Santa Ágata, mártir maltratada por los romanos, había reunido a un nutrido grupo de jóvenes con motivo de un funeral. Los allí reunidos eran los amigos de Facebook del fallecido, para que luego digan que los amigos de las redes no son fieles. Se resguardaban a la sombra de la fachada principal, gris y blanca, a juego con los edificios cercanos del palacio municipal. Y, muy cerca, la puerta Uzeda, con el nombre de la familia protagonista de Los Virreyes.

El centro de la plaza lo ocupaba la fuente del elefante, a la que se le otorgaba poderes mágicos. El simpático elefante romano, gris oscuro, portaba en su lomo un obelisco blanco, supuestamente egipcio. Tomar un café o una cerveza en su entorno es prácticamente un rito.

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