Dicen que Cervantes pasó un
tiempo en Mesina (o Messina) recuperándose de las heridas causadas por su
intervención en la batalla de Lepanto. La información no me extrañó ya que por
aquel entonces de la segunda mitad del siglo XVI ambas orillas del estrecho
pertenecían a la Corona de España. Evidentemente, aquella ciudad era muy
diferente de la que visitamos Carlos y yo.
Nuestras lecturas nos informaron
de que la ciudad, que siempre gozó de prosperidad por su privilegiada posición,
fue completamente destruida por el terremoto de diciembre de 1908 que dejó un
rastro de 84.000 muertos. Para cuando consiguieron reconstruir la urbe, aplicando
técnicas de construcción antiseísmo, llegaron los bombardeos de los Aliados en
1943. Estaba claro que los habitantes de Mesina estaban acostumbrados a los
desastres. También a las reconstrucciones.
La referencia anterior a estas
desgracias de la primera mitad del siglo XX se pueden rastrear en el libro de
Jean-Pierre Houël, Voyage pittoresque des
isles de Sicile, de Malte et de Lipari, publicado en París. Houël, pintor
francés nacido en 1735, realizó su viaje entre 1782 y 1787 y nos legó sus
impresiones y, lo que es más importante, sus estupendos grabados que vendría a
ser como un reportaje fotográfico de la época.
Houël visitó Mesina poco después
del feroz terremoto de 5 de febrero de 1783. En aquel entonces ya advertía de
que muchos de los daños se podrían haber evitado de haber construido de forma
diligente. Aun se estaba recuperando de la peste de 1743. En su periplo le
acompañó Andrea Gallo, profesor de matemáticas en las Escuelas Reales y quien
posiblemente le facilitara muchos datos.
El que alcanzara las dignidades
de pintor de corte y académico entró por Milazzo y alcanzó Mesina, a la que
dedicó varios días y dejó constancia de las buenas impresiones que le produjo.
Era un observador inquisitivo y consciente de que sus comentarios debían ser lo
más exactos posibles para que sus lectores pudieran ver a través de su texto y sus ilustraciones. Sus palabras y
grabados nos muestran el estrecho, la ciudad, sus alrededores, las principales
plazas y monumentos, deja testimonio del vestir de las mujeres, de la pesca del
pez espada, del fenómeno Fata Morgana
e incluso de la fiesta de Bara o del
simulacro de la Asunción de la Virgen, instituida por el rey Rogelio en acción
de gracias por la conquista sobre los árabes. La festividad era el 15 de
agosto, tres días después de nuestra visita. La ciudad estaba ya engalanada
para la ocasión.
La Bara era una mezcla entre procesión y cortejo militar. En su visita
a Mesina, Carlos V quiso ver esta procesión, para lo que se creó una máquina
que debía representar la Asunción de la Virgen con fidelidad y que fue la que
sacaron en años posteriores. Es uno de los grabados del libro.
0 comments:
Publicar un comentario