Vulcano aparecía en la Eneida
(libro VIII, 418-422) asociando al dios mitológico con su actividad forjadora:
A la vera de un flanco de
Sicilia, junto a la eolia Lípari
se alza una isla del mar
enhiesta en farallones humeantes.
Resuena atronadora debajo
una caverna
y los antros del Etna que
socaban las fraguas de los Cíclopes.
A los potentes golpes el
eco de los yunques devuelve su gemido.
Chirría en las cavernas
la masa metal de los Cíclopes.
En el mapa me pareció que
formaban una T, con tres islas para el brazo vertical y dos grupos de dos islas
para los brazos horizontales. Vulcano era la base del brazo vertical, la más
cercana. Para otros, el archipiélago formaba una media luna. Lo que parecía
evidente es que las islas eran la parte superior de una cordillera hundida y
que se habían formado tras sucesivas explosiones volcánicas. Estábamos sobre un
magma dormido. Permanecía activo en Strómboli y Vulcano.
En 2003, el crucero que compartí
con mi hermano y mi sobrino, ambos Antonios, nos llevó desde la costa de Roma
hacia Sicilia y pasó cerca de Strómboli, isla que nos sonaba por la película de
Rossellini. A contraluz era una base de piedra de la que salía una columna de
humo que formaba un hongo sobre la isla aislada. Con el zoom de la cámara me
acerqué a su cráter y observé ese fenómeno vulcanológico. Daba un poco de
miedo. ¿Y si suscitábamos su cólera?
Me maravilló comprobar que
estaba habitada y que en una plataforma más o menos plana había un conjunto de
casas blancas, bajitas, hermosos. La tierra volcánica siempre ha tenido fama de
ser buena para la agricultura pero una erupción descontrolada puede acabar con
los campos, los cultivos, la casa y, lo que es peor, la vida. Los habitantes
debían controlar muy bien el humor de la montaña de fuego.
Vulcano y Strómboli fueron
protagonistas de una competencia cinematográfica. Esta batalla en el cine fue
protagonizada por Anna Magnani, Ingrid Bergman y Roberto Rossellini. La Magnani
(que había sido la protagonista de Roma,
ciudad abierta, del mismo director, y por entonces su amante) estaba
destinada a ser la protagonista de Strómboli,
obra maestra del neorrealismo italiano. La Bergman se cruzó en su camino y
mandó una carta al director italiano ofreciéndose para trabajar con él. La
reacción de la Magnani a ese desplazamiento por la actriz sueca fue un plato de
spaghetti en la cabeza del director. Siempre me gustó esta actriz por su
carácter. Rossellini fue el amor de su vida y sus restos reposan en el pabellón
familiar del director.
El rodaje fue un escándalo.
Actriz y director tuvieron un tórrido romance que provocó incluso una reacción
por parte del Senado estadounidense. Ese escándalo provocó malas críticas y
apartó a la actriz de la actividad cinematográfica durante un tiempo.
La Magnani se consoló con el
rodaje de Vulcano, del director
William Dietale.
Menos escandaloso fue el rodaje
de El cartero y Pablo Neruda, en
Salina. Una preciosa película de amor que aún me conmueve. Las Eolias son un
buen plató al aire libre.
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