Ya me lo advirtió Beatriz, una
de mis alumnas: debería de haber adelantado la excursión a ayer por la tarde,
cuando el sol era intenso y daba gusto aprovecharlo. Hoy ha amanecido lluvioso,
gris, con cara de pocos amigos.
Poco después de las nueve no hay
nadie en la calle. Todo está cerrado, hasta el bar donde había planeado
desayunar para salir con los deberes hechos. Es domingo.
Atravieso la ciudad, subo una
ladera y tengo la impresión de ir por la parte alta de Orense. He puesto
dirección Nogueira de Ramuín o Luintra en el navegador sin demasiada convicción
porque el centro de ese pueblo sólo Dios sabe dónde estará. Pero me permite
iniciar la ruta, salir de la ciudad con éxito y sin tardanza y mezclarme con un
ambiente rural poblado de lo que estimo como segundas viviendas, casas nuevas
de buena construcción y sin apreturas. Se entrecruzan campo, bosque y aldeas.
Leí que fue la reina doña Teresa
de Portugal la primera que utilizó el término Rivoyra Sacrata en un documento de 1124 por el que cedía al monje
Arnaldo unos terrenos para la construcción del monasterio de Montedorramo. Será
en los siglos XII y XIII cuando alcance su esplendor la zona con los monjes de
Cluny y el Císter y el apoyo de los reyes.
El cristianismo se extendió por
estos lares en los siglos VI y VII con San Martiño Dumiense y San Fructuoso de
Braga. Con el tiempo, será el refugio de ermitaños que aprovecharon lo apartado
de estos valles y montañas para vivir con mayor intensidad su ascetismo.
Sin embargo, esa intensidad
religiosa no ha podido enterrar las reminiscencias de antiguos mitos mágicos. Muchos
de ellos se cristianizaron porque era imposible arrancarlos de la memoria
ancestral de las gentes. Cualquiera diría que una hueste de difuntos, la Santa Compaña,
va a hacer su aparición en la siguiente curva de la carretera.
En San Miguel hago mi primera
parada. Un bar abierto a unas decenas de metros de la iglesia me permite tomar
un café y algo sólido. Es posible que no tenga muchas oportunidades durante un
buen trecho.
San Miguel es también mi primer
conjunto eclesial: iglesia de piedra gris con espadaña como campanario, el
cementerio que la rodea y un cruceiro. Sencillo y cargado de significado. Los
signos de lo sobrenatural resuenan en las tierras melancólicas cargadas de
musgo y de misterio.
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