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Uvas sagradas de un río sagrado 15. Ribeira Sacra I.


Ya me lo advirtió Beatriz, una de mis alumnas: debería de haber adelantado la excursión a ayer por la tarde, cuando el sol era intenso y daba gusto aprovecharlo. Hoy ha amanecido lluvioso, gris, con cara de pocos amigos.
Poco después de las nueve no hay nadie en la calle. Todo está cerrado, hasta el bar donde había planeado desayunar para salir con los deberes hechos. Es domingo.
Atravieso la ciudad, subo una ladera y tengo la impresión de ir por la parte alta de Orense. He puesto dirección Nogueira de Ramuín o Luintra en el navegador sin demasiada convicción porque el centro de ese pueblo sólo Dios sabe dónde estará. Pero me permite iniciar la ruta, salir de la ciudad con éxito y sin tardanza y mezclarme con un ambiente rural poblado de lo que estimo como segundas viviendas, casas nuevas de buena construcción y sin apreturas. Se entrecruzan campo, bosque y aldeas.

Leí que fue la reina doña Teresa de Portugal la primera que utilizó el término Rivoyra Sacrata en un documento de 1124 por el que cedía al monje Arnaldo unos terrenos para la construcción del monasterio de Montedorramo. Será en los siglos XII y XIII cuando alcance su esplendor la zona con los monjes de Cluny y el Císter y el apoyo de los reyes.
El cristianismo se extendió por estos lares en los siglos VI y VII con San Martiño Dumiense y San Fructuoso de Braga. Con el tiempo, será el refugio de ermitaños que aprovecharon lo apartado de estos valles y montañas para vivir con mayor intensidad su ascetismo.
Sin embargo, esa intensidad religiosa no ha podido enterrar las reminiscencias de antiguos mitos mágicos. Muchos de ellos se cristianizaron porque era imposible arrancarlos de la memoria ancestral de las gentes. Cualquiera diría que una hueste de difuntos, la Santa Compaña, va a hacer su aparición en la siguiente curva de la carretera.
En San Miguel hago mi primera parada. Un bar abierto a unas decenas de metros de la iglesia me permite tomar un café y algo sólido. Es posible que no tenga muchas oportunidades durante un buen trecho.

San Miguel es también mi primer conjunto eclesial: iglesia de piedra gris con espadaña como campanario, el cementerio que la rodea y un cruceiro. Sencillo y cargado de significado. Los signos de lo sobrenatural resuenan en las tierras melancólicas cargadas de musgo y de misterio.

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