La iglesia de Santa Cristina está
cerrada-como todo hasta el mes de marzo-. Pero también contemplé su interior en
el segundo intento. En su fachada asoma la rueda de la vida tallada en el
óculo. Leo que es una característica iglesia luciérnaga, iglesias que se
mimetizaban con la naturaleza. No se puede entender sin el bosque que la aloja.
La portada románica es de una gran calidad.
Por la izquierda, a través de un
arco de medio punto bien tallado accedo a lo que son unas peculiares
dependencias. Podría ser un claustro, pero está al norte, donde debería ubicarse
el cementerio. Asoma el campanario, también en una posición atípica, sobre el
lado norte. Me introduzco por su galería y sus arcos hasta unas salas
abandonadas. En algunas se conservan restos de frescos y la lápida funeraria de
un abad. Subo unas escaleras, curioseo un poco antes de salir hacia el ábside
románico y sus canecillos con figuras inquietantes o irónicas. Los árboles se
escalonan en terrazas. Entre las ramas se observa el río.
Me pregunto si las ruinas de
algunos monasterios e iglesias no son la ruina del estilo de vida ermitaño o
monacal que dio tiempos de gloria a la zona y que tan ajeno a nuestro ritmo de
vida y pensamiento está. Nos domina el materialismo.
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