El reloj del ayuntamiento marca
las horas. Empiezo a sentir un poco de frío. Es el momento de partir.
Café Latino es el local de jazz
de Orense. Impera la madera oscura y una luz excesivamente potente que se
atenúa durante las actuaciones.
Me sitúo junto al sobrelevado
del piano, que está con la tapa bajada, expectante, deseoso de que alguien use
sus teclas y le dé vida.
Son las nueve de la noche de un
sábado de febrero. Mis piernas no dan para más. La aparición del café ha sido
una bendición. Supongo que mandada por Santa Eufemia, en cuya plaza, en el
número siete, se ubica. Aún no tengo hambre y no me quiero sumergir en la
vorágine de la zona cañera. El mobiliario es el tradicional de un café antiguo,
madrileño o centroeuropeo. Las mesitas redondas son de piedra blanca sobre
estructuras de hierro negro. Si fueran cuadradas, creería que las han sacado de
La colmena. Las sillas, las de toda
la vida, marrones, el apoyo de la espalda en arco, cuatro barrotes y arquillos
que van de pata a pata pasando por el asiento, como una peineta.
Lo más llamativo son las fotos
en blanco y negro de músicos legendarios de este estilo. Charly Mingus está a
mi izquierda. Para reconocer a alguien más tendría que acercarme.
El personal que disfruta del
local es variado: tres parejas de chavales veinteañeros, tres señoras que
rondan los sesenta, una pareja joven que entró antes que yo, parejas dispares,
como para que haya representación de todos los gustos. Los de la galería
superior gozan de una vista estupenda sobre los mortales de abajo. En la barra,
cuatro parroquianos.
El elemento común es que se
charla animadamente, con lo que se escucha poco una música que no es de jazz,
algo peculiar. Quizá es que no es el momento y los asistentes a esta hora
prefieren algo más popero y
convencional. Nada que objetar. El sitio sigue gustándome. Tanto como la
cerveza fría, los tres pinchitos de tortilla y las olivas.
Y ahora que he terminado mi
crónica puedo entretenerme en curiosear y filtrarme en alguna conversación que
sea interesante. Los solitarios tenemos que ser un poco porteras.
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