La fuente era la plaza: ocupaba
casi todo el perímetro trazado por los dos conventos y el ayuntamiento. La fontana dominaba todo el espacio de piazza Pretoria.
Los religiosos la habían apodado
como “la fuente de la vergüenza”. No les faltaba razón ya que la profusión de
cuerpos desnudos, aunque fueran de mármol y mitológicos, se compatibilizaba mal
con el elemento sagrado.
Si subes al palacio de las Águilas
o palacio Senatorio, que es donde se encuentra el ayuntamiento, tendrás una
estupenda vista de la fuente. Lo curioso es que la fuente no fue diseñada
originalmente para la plaza sino para el palacio de Pedro de Toledo en
Florencia. Su hijo la ofreció al concejo a la muerte de su padre. Y allí
encontró reposo.
La fuente se estructuraba en
varios círculos concéntricos con personajes mitológicos, animales de diversas
procedencias y aspecto salvaje, grifos, tritones y sirenas, representaciones
masculinas que se alternaban con las femeninas. El conjunto era armónico y
mostraba la riqueza, la sensualidad de un periodo dominado por los españoles.
No accedimos al ayuntamiento,
que sí recuerdo visitar en la anterior ocasión. El patio, la sala de plenos y
la representación del Genio de Palermo eran algunos de mis recuerdos.
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