"El título de Lemos tuvo un
lustre y una consideración que ninguna otra casa de la grandeza excedió. Y que
sólo las mayores igualaron". Son palabras de Fernández de Bethencourt que
evidencian que los Condes de Lemos fueron el linaje más grande de Galicia.
Vinculado a los apellidos Castro
y Osorio, tuvieron una importancia capital en la historia. Cuando se extinguió
el linaje por ausencia de herederos varones pasó, nada menos, que a la Casa de
Alba. Fueron virreyes de Perú y Nápoles, presidentes de los consejos de Indias
y de Italia y participaron activamente en la historia de España. "Yo no
soy de los que el rey, Señor, trata como grandes, sino que soy grande y tan
antiguo como no hay en Castilla", afirmaba el I Conde de Lemos.
Los Reyes Católicos tuvieron que
desplazarse a Galicia en 1486 para reprimir la insurrección del conde. La
represión se saldó con la supresión de veinte castillos de los nobles. Cuando
murió el rey Felipe el Hermoso, el viejo rebelde sitió Ponferrada, que había
sido parte de sus dominios, nos cuenta Hugh Thomas.
El más importante de los condes
fue don Pedro Fernández de Castro y Andrade, VII Conde de Lemos, que fue
alabado por Góngora, Quevedo o Cervantes, de quienes fue mecenas.
Su influencia en la corte
durante la edad moderna permitió el crecimiento de la villa. Se impulsó el
cultivo de gusanos de seda y una industria de tejidos. Con la llegada del ferrocarril
en el siglo XIX se convirtió en un importante nudo que unía Vigo, La Coruña y
la meseta.
Pero también estuvieron
asociados con la opresión señorial que produjo importantes revueltas en el
siglo XV en el reino de Galicia, lo que se conoce como la Revuelta Irmandiña o
las guerras Irmandiñas, uno de los capítulos más tristes de la zona, que tuvo
lugar entre 1431-1435 y 1467-1469, esta última denominada la Gran Guerra
Irmandiña. Fue una auténtica guerra civil por el grado de implicación de la
sociedad.
La nobleza alcanzó un gran poder
que utilizó para patrocinar el bandolerismo señorial e incrementar
desorbitadamente los impuestos. El campesinado se reveló contra esos abusos de
los señores y se levantó en armas.
La Irmandade Fusquenlla se formó
en 1431 en las tierras del señor de Andrade. Alonso de Lanzós creó la Irmandade
Xeral con el apoyo de algunos ayuntamientos. Roi Xordo, un hidalgo de baja
estirpe de La Coruña, dirigió las tropas de la Hermandad. Murió en la represión
posterior a la revuelta, en 1435. Se destruyeron alrededor de 130 castillos y
fortalezas.
Las irmandiñas contaron con
80.000 hombres entre los que había campesinos, gentes de ciudades, baja
nobleza, hidalgos y clero, impulsados por una mentalidad justiciera y anti
señorial que rechazaba los atropellos. Al otro lado, los Lemos, Andrade y
Moscoso. Curiosamente, no atacaron a los eclesiásticos, opuestos al poder de la
nobleza.
Los nobles tuvieron que
refugiarse en Castilla y Portugal, a cuyos reyes solicitaron ayuda. Estos la
prestaron interesadamente, ante el peligro de que se extendiera a sus tierras.
En 1469, Pedro Madruga inició la ofensiva de los señores desde Portugal. El
resultado ya puede intuirse.
Con estos recuerdos históricos
me introduzco en la calle principal de Monforte de Lemos, atestada de tráfico,
vecinos y comercio, y con la ayuda de los indicadores alcanzo la plaza del denominado
Escorial gallego.
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