Murad nació en Siria. No
sé hace cuánto tiempo. Su pelo, muy corto, abunda en canas. Estudió medicina en
Granada y partió a conocer el mundo. Se especializó en odontología, vivió en
Milán, Nueva York y Sao Paulo. Su vida fue un tránsito. Encontró Ceuta por
casualidad. Un amigo de Casablanca le invitó a visitarle. De camino, recabó en
la ciudad. Le atrajo la mezcla de culturas, la comodidad de ir a pie a todas
partes, la ausencia de contaminación, el ritmo pausado. Para una persona como
él, que destila serenidad, la tranquilidad es un patrimonio necesario. La conserva
en un lugar pacífico.
Espero a que termine de
caer un aguacero escandaloso. Observo cómo nadie corre, a pesar de que se
empapan los que no se protegen bajo un paraguas. Los zapatos quedan salpicados.
Estoy en la entrada del Museo de Ceuta, donde he estudiado algo del pasado de
esta ciudad en que he permanecido cuatro días y de la que me iré en algo más de
una hora. He hecho tiempo desde que terminé de comer. Murad aparece con un
paraguas inmenso que abarca casi tanto como el espacio entre la tapia y los
árboles. El toque de inmensidad vertical lo da su cuerpo, redondo, sólido,
estable. Pregunta si puede acompañarme. Me ofrece cobijo. Le indico que voy al Parador,
mi hogar de fugaz visitante. Bajamos por el Paseo del Revellín, la parte baja
del eje central y comercial de Ceuta. Manifiesta algunos aspectos de su vida
que era lógico que no me comentara en la tutoría. La cobertura del paraguas nos
hermana y nos hace propensos a la confesión. Me deja en los soportales de Alcalde
López Prados, garantizando que no me mojaré. El no iba en esa dirección. No
importa. La vida aquí permite desviarse. Ese es su atractivo y lo que a Murad
le enganchó. Eso fue lo que cortó su peregrinaje sin destino.
Murad es el representante de uno de los cuatro mundos que tenía que descubrir. Creo haberlos encontrado. Y haberlos sometido a mi pensamiento bajo el paraguas de cosmopolitismo que los integra en esta ciudad. Sin embargo, no fue el suyo el primero que descubrí desde el martes pasado.
Murad es el representante de uno de los cuatro mundos que tenía que descubrir. Creo haberlos encontrado. Y haberlos sometido a mi pensamiento bajo el paraguas de cosmopolitismo que los integra en esta ciudad. Sin embargo, no fue el suyo el primero que descubrí desde el martes pasado.
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