Los latines se prolongan en el Seminario
Mayor, Real Seminario Conciliar de Santa Catalina, un espacio inmenso, por supuesto,
de piedra, del siglo XVIII, aunque se fundó mucho tiempo antes. Fue el tercero
que se inauguró en España. Las galerías están vacías y se respira ambiente
monacal, de ora et labora, de rezos y
aprendizaje. La iglesia se ubica en uno de sus costados aunque está cerrada y
no puedo visitarla. Su fachada promete un interior espectacular.
Para las aguas quizá habría que
trasladarse hasta el barrio dos Muiños, de los molinos, “configurado a partir
de canales de agua que se abren desde el río Valiñadares y que abastecían
molinos utilizados antiguamente por un número importante de artesanos”, leo en
el folleto. En el barrio se trata de recuperar esa tradición artesana que sabrá
aprovechar el tirón del turismo.
Me meto por la calle que sigue
el antiguo trazado de la muralla, me dejo ir, aparezco en el ayuntamiento con
la iglesia de Santiago o Nueva y estoy tentado de subir andando hasta un pazo
desde el que las vistas son impresionantes. Me lo han aconsejado en la Catedral,
al ver mi potente cámara, pero las indicaciones no abundan y temo perderme y
perder el tiempo. Sigo por el empedrado conocido, me empapo de casas con balcones
y regreso a la plaza de la Catedral. La oficina de turismo ha cerrado (era el
antiguo ayuntamiento). Entro en un bar lleno de gente, me informan de que debo
esperar y me marcho a buscar otro lugar para comer, no demasiado abundantes.
Dos autocares con visitantes han colapsado la oferta culinaria.
En el Rincón de Mondoñedo, un
bar sin demasiadas pretensiones pero con un dueño que tendría futuro en una
escuela de negocios dando marketing, me ofrecen de comer. Comparto el local con
cinco mujeres que se han descolgado de las hordas de los autobuses. Comen
huevos fritos, de esos con puntillas, patatas fritas y chorizo. Que sea lo
mismo. Descanso los pies y reviso el periódico.
Mientras como, escucho que la
mejor época para visitar el pueblo es en junio,
con motivo de la fiesta de la Rapa das Bestas, que reúne más de quinientos
caballos. En agosto, el mercado medieval.
Mojo con fruición el pan en los
huevos y recuerdo la primera riqueza tradicional de Mondoñedo. La
diversificación hace que las magdalenas sean también excelentes. Pero lo más
famoso es su tarta, que popularizó José María Iñigo en uno de sus programas
hace décadas. Lleva cabello de ángel, almendra y hojaldre y la más famosa es la
del Rey de las tartas, a cuatro casos de aquí, señalizada con una placa que
honra los esfuerzos del pasado. La prueban mis compañeras. Yo me pido un
cortado, que la somnolencia después de comer es peligrosa.
Espero llegar a las Catedrales
antes que los dos autocares que salen de la plaza de la Catedral.
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