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Lugo de otoño interior y costa 3. Mondoñedo III


Leo en un folleto que Mondoñedo era “rica en pan, en augas, e en latin” y me propongo comprobarlo. Empezaré por este último patrimonio que, sin duda, se asocia con canónigos, curas y demás religiosos que dominaban esta lengua. El latín en piedra más espectacular es el de la sede episcopal, donde tenía su asiento el obispo: la Catedral.


Sorprende porque renuncia a una altura excesiva. Quizá por ello es la catedral arrodillada. Eso no le resta un ápice de hermosura. Me paro ante su fachada principal, a la que le han dado un espacio para que nadie se queje de que no se puede admirar por estar encajonada. Parece observarme desde su ojo medieval de Polifemo, desde el rosetón que es la rueda de la vida incrustada en la piedra. A los lados, dos santos. Y en lo alto, las dos torres. Está consagrada a la virgen de la Asunción.

Los que van delante de mí renuncian a entrar: les parece excesivo el precio de 4,50 euros. Creerán que se mantiene sola y que las restauraciones las materializan querubines o fuerzas superiores que no necesitan dinero. Además, incluye audioguía, con lo cual me parece un precio adecuado. “Pues habrá que enmarcarlo-me dice el encargado-porque todo el mundo se queja”. La nave central es accesible sin pago alguno, pero el museo requiere pagar la entrada.

Clavo la vista al fondo. Allí me conduce cierto efecto de embudo que mi mente siempre traza en las iglesias. El altar mayor es tan lujoso y tan barroco como el de otras iglesias de Galicia, que nacieron con el románico, se adaptaron al gótico y se reformaron con el barroco en el siglo XVIII, que fue de gran prosperidad en la zona a tenor de estas obras donde los dorados son algo excesivos. También los órganos son de este estilo.


Sin embargo, en la nave central, me llaman la atención los frescos que iluminan tenuemente debajo de los órganos, muy expresivos y algo primitivos, del siglo XVI. Esta no fue su ubicación originaria ya que fueron trasladados para evitar su deterioro. La matanza de los santos inocentes, que es una de las representaciones, impacta de forma inmediata. Sobre el crucero y el ábside se representan otras escenas en frescos que cubren la piedra. Es la zona más adornada. El coro estuvo alojado en la parte central de la Iglesia, algo bastante habitual en los templos españoles, lo que restaba una buena perspectiva y partía el espacio. Con buen criterio, la sillería fue trasladada en parte a la capilla mayor y otra parte al costado izquierdo.


El museo es otra joya. Las piezas que se exponen en la sacristía, la sala capitular y otras dependencias son abundantes en espectacular orfebrería, ternos, una colección de zapatos de seda de los obispos, mobiliario, cuadros, tallas y otras formas de arte sacro. Las contemplo despacio y con las explicaciones de la audioguía. Vuelvo a ver el sol en el claustro, sobrio y tranquilo.



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