Tras los rituales matutinos de
costumbre, desayunar y cerrar la maleta, tomamos la calle Kiev para nuestra
última visita de la capital: la plaza de la Victoria.
La plaza era un espacio inmenso,
muy del gusto soviético, que conmemoraba la victoria en la Segunda Guerra
Mundial y honraba a quienes habían entregado la vida en defensa de la Unión
Soviética. La denominaban Guerra Patria.
Con el ascenso de Hitler al
poder en 1933, las relaciones de Alemania y la Unión Soviética se deterioraron
considerablemente. La distancia ideológica era enorme. Según destacaba Peter
Frankopan, en 1932, el 50% de las importaciones realizadas por la URSS
procedían de Alemania. En 1938 habían caído a un marginal 5%.
Desde que triunfara la
Revolución Bolchevique, las relaciones con Polonia habían sido muy malas y este
país se había convertido en una especie de bestia negra de los soviéticos. Se
acusaba a Polonia de infiltrar miles de espías, que fueron depurados. Por otra
parte, tras el tratado de Versalles, Polonia había adquirido territorios que
habían pertenecido a Rusia. Ambas potencias tenían un objetivo común: aplastar
a Polonia. Y ese fin fue suficiente para provocar un acercamiento y aparcar las
malas relaciones.
En 1939, pocas semanas antes de
invadir Polonia en el mes de septiembre, Ribbentrop y Molotov negociaron un Pacto
de No Agresión que contó con el beneplácito de Hitler y Stalin, dos de los
personajes más terribles del siglo XX. Cada uno creía que había engañado al
otro. Cada uno había obtenido algo que deseaba. Por una parte, se fijaban las
áreas de influencia en Polonia y el Báltico en un anexo secreto. La URSS,
asediada en la década de 1930 por el hambre, necesitaba recomponerse, ganar
tiempo.
La Alemania expansionista, que
necesitaba acceder a nuevos recursos para mantener sus planes, accedía a los
recursos que le ofrecía la URSS: grano y ganado, carbón, acero, zinc y
combustible. Se convertía en su principal proveedor a unos precios asumibles.
También ganaba tiempo ya que su objetivo era dominar el Este, hacerse con
Ucrania y no depender de un tercero para su abastecimiento.
En 1941, las disensiones entre
ambos países ponían en peligro los abastecimientos para el frente occidental de
los nazis. Era el momento de la ofensiva. Hitler consideraba que la guerra en
el frente soviético duraría seis semanas. Sin embargo, duraría cuatro años con
unas consecuencias devastadoras para ambos. Los alemanes llegaron hasta Stalingrado
y el Cáucaso, en el frente sur. Allí les sorprendió el crudo invierno. Por el Corredor
Persa los Aliados abastecieron a los soviéticos. Éstos desplazaron parte de sus
industrias hacia Asia central, donde no hubo combates pero donde también se
vivió la guerra con intensidad.
El monumento, situado en un
extremo de la plaza, representaba una yurta, la vivienda tradicional de los
nómadas que simbolizaba el hogar y la paz. En el centro, una estatua de mujer
representaba a la madre que entregaba sus hijos a la guerra y esperaba su
regreso. Por encima del monumento se percibían muy difuminadas las altas montañas
nevadas.
A la izquierda, un grupo
arquitectónico representaba la guerra. Al otro lado, la alegría por el regreso.
Muchos no lo consiguieron y eran homenajeados con su nombre en grandes placas
de mármol marrón.
El entorno era agradable, con
sus macizos de flores en forma de estrella, con placas con las fechas
de inicio y de finalización de la guerra.
En un lateral sobresalía la
fachada del circo estatal con forma de ovni. Más allá, asomaban los alminares
largos y estrechos de una mezquita.
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