La última residencia en la tierra
del explorador era hermosa. El museo estaba enclavado en un amplio jardín, un
bosquecillo apacible de altos árboles. Nos acercamos primero al monumento
dedicado a Hussein Karazaev, el lingüista que había codificado la epopeya de
Manas, que anteriormente se había transmitido exclusivamente por vía oral. Edil
comentó que su universidad llevaba el nombre del insigne personaje.
Continuamos hasta un mirador
sobre el puerto lacustre antes de regresar sobre nuestros pasos y rendir
homenaje a Przevalski. Su monumento estaba coronado por un águila que portaba
una rama en su pico. Debajo, una cruz de Jerusalén. Los escolares que nos
acompañaban se subieron las escaleras del monumento para inmortalizarse. A
pocos metros estaba su tumba.
La entrada al museo era blanca y
azul claro, neoclásica, nuevamente coronada por un águila. A los lados, dos
cabras montesas. En el interior, nos esperaba su retrato de cuerpo entero
vestido con uniforme de gala militar. Desde luego, se parecía a Stalin. Se
había especulado con la posibilidad de que el dictador fuera su hijo ilegítimo,
pero por aquellas fechas el explorador no estuvo en Georgia ni se había podido
trazar relación alguna con su madre.
También leí sobre su posible
homosexualidad. No sentía ningún interés por las mujeres (quizá las
despreciaba). Ello, unido a la circunstancia de que siempre tuvo ayudantes
jóvenes, dio lugar a que se especulara en que fueran sus amantes. Tampoco se
había podido demostrar nada.
En la primera sala destacaban
dos elementos: un globo terráqueo y un inmenso plano en relieve de Asia central
y oriental. En él se representaban los lugares de sus expediciones. Era el mapa
que convirtió aquella mancha ignota en territorio conocido. Estaba enmarcado
por azulejos donde se representaban personas, lugares y animales, según los
habían representado en sus diarios o en sus libros. Era habitual que acompañara
a las expediciones un dibujante o un pintor ya que la fotografía aún no estaba
desarrollada. En las exploraciones de nuestro científico participó Roborovsky,
según me informé en uno de los carteles explicativos.
En varios paneles y vitrinas se
recogían cartas, fotos en color sepia, detallados dibujos, mapas, notas o sus
diarios, esencialmente de Mongolia, China y Tíbet. También alguna primera edición
de sus libros.
Quizá lo más llamativo era un
ejemplar disecado del caballo de las estepas al que había dado nombre, el
caballo Przevalski (Equus ferus
przewalskii), pequeño, de patas cortas y muy resistente. Llegó a temerse
por su extinción y tuvo que ser reintroducido en sus territorios naturales en
base a los que se encontraban en zoos. También había descubierto diversos
géneros y especies de fauna y flora.
Revisando aquellos efectos
personales encontré los nombres de otros exploradores, etnógrafos, geógrafos y
viajeros que se movieron por Asia y legaron sus obras para la posteridad. Algunos
se remontaban al siglo XVII, como el moldavo Nikolai Gavrilovich Spathari o
Nicolae Milescu, escritor y diplomático que fue embajador de los Romanov en
Pekín. Allí fue enviado para resolver diversas disputas fronterizas y a
reportar sobre los territorios a lo largo del río Amur. Dejó dos importantes
libros, Viajes por Siberia y la frontera
china y Viaje y descripción de China.
Nikita Yakovievich Bichurin, que
nació en 1777 y se ordenó monje en 1802, solicitó ser enviado a China, en donde
permaneció durante 14 años. Fue acusado de falta de celo religioso y
encarcelado en el monasterio de Valaam. No perdió el tiempo durante su
cautiverio y tradujo diversos manuscritos chinos. En años posteriores publicó
diversos trabajos sobre aspectos relevantes de China y Mongolia. Abrió la
primera escuela de chino en el imperio ruso. Por aquellos tiempos, China era un
imperio débil que tuvo que realizar importantes concesiones comerciales y
territoriales a otras potencias pujantes, como Rusia y Gran Bretaña. El interés
por su cultura y geografía lo era también por incorporar y dominar esas
tierras.
Escruté los retratos de
militares rusos, avancé hasta la zona de animales disecados, revisé las
publicaciones de los libros de Przevalski. Tuve la impresión de que estos
militares científicos realizaban también una labor de inteligencia militar, de
espionaje, que aprovechaban la cobertura de las expediciones para posicionar a
Rusia en el Gran Juego. Uno de esos
grandes personajes, que tuvo la desgracia de morir joven por la tuberculosis,
fue Chokan Valikhanov o Shoqan Walikhanov, considerado el padre de la moderna
historiografía y etnografía kazaja. La Academia de Ciencias de ese país lleva
su nombre.
Nació en 1835 en Kushmurun, en
el actual Kazajistán, en el seno de un clan noble, los Ablai Khan, vinculados
con el poder local. Su primera expedición fue a Issyk-Kul, entre 1855 y 1856,
lo que le dio fama y fue premiado con la entrada en la Sociedad Geográfica Rusa.
Perteneció a la inteligencia militar, que combinó con su labor científica. Fue
gran amigo de Dostoievsky.
Aquel pequeño museo estaba
cargado de historia y ciencia.
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