Nuevamente en movimiento,
acoplados a la carretera contigua al lago, Edil nos fue comentando algunos
aspectos curiosos e interesantes. El primero fue que en Cholpon-Ata se
celebrarían en poco menos de un mes los Terceros Juegos Mundiales Nómadas. Los
anteriores fueron en 2014 y 2016, también en la misma población. En los últimos
habían participado 1200 deportistas de 62 países. Se calculaba que los habían
seguido unos 800 millones de personas.
Quizá el deporte más popular era
el polo. Los dos equipos de cinco jugadores se disputaban una cabeza de cordero
que había que introducir en una portería. No creo que los animalistas hubieran
permitido la importación de este deporte. El premio para el equipo ganador era
el propio cordero, que luego asaban y se comían.
Pasamos ante el polideportivo
patrocinado por Gazprom, que había adquirido la principal empresa de energía
del país, y cuyas gasolineras estaban por todas partes. Dejamos atrás el Centro
Cultural Ruh Ordo. Su mayor peculiaridad era que agrupaba capillas de las cinco
principales religiones mundiales: musulmana, judía, budista, católica y
ortodoxa.
El lago era más evidente y
parecía haberse disuelto la concentración turística. Las orillas estaban casi
desiertas. La zona acogía las residencias de verano de los presidentes de Kirguistán
y Kazajistán. Al otro lado de las montañas, bastante cerca, estaba el país
vecino.
El lago era endorreico, o sea,
que drenaba hacia el interior. Unos ochenta ríos desembocaban en él y ninguno
nacía de sus aguas. La afluencia de caudal había causado diversos niveles o
terrazas, tanto en el terciario como en el cuaternario. Un ojo experto
apreciaría esos cambios del nivel del agua. Me conformé con deleitarme con su
imagen serena.
El espacio entre la montaña y el
lago era bastante fértil, por lo que abundaban los cultivos. Aparecieron
frutales cargados de albaricoques. También era zona de “cáñamo”, de opio,
destinado al tráfico de estupefacientes. Estuve atento por si lo detectaba,
pero estaba a buen recaudo.
En 1845, Fiodr Litke fundó la Sociedad
Geográfica Rusa. El interés por la fauna, la flora y la configuración
geográfica del mundo era una realidad. El siglo XIX fue de grandes
exploraciones. Conocemos las realizadas por franceses y británicos, pero
ignoramos las emprendidas por los rusos, un imperio ascendente.
Piotr Petróvich Semiónov-Tian-Shanski
fue el primer occidental que exploró las montañas Tian Shan a instancias de su
maestro, el sabio Humboldt. En 1856, en su primera expedición, visitó el lago
Issyk-Kul. Tiempo después, fue nombrado presidente de la Sociedad Geográfica Rusa,
cargo que ostentó durante más de 40 años. Fue quien potenció la exploración del
interior de Asia y el mentor de Przevalski. En 1897 fue nombrado miembro del
Consejo de Estado del Imperio Ruso. A lo largo de su vida acumuló una colección
de insectos de 700.000 ejemplares. El emperador le permitió agregar a su
apellido el de su primera gran exploración.
Uno de los grandes exponentes de
la exploración asiática del siglo XIX fue Nikolai Mijailovich Przevalski, que
nació en Smolensk en 1839 en el seno de una familia de la nobleza polaca.
Ingresó en la academia militar de San Petersburgo, lo que le permitió viajar
por Asia central y oriental contribuyendo a ampliar el conocimiento del
continente. Ese conocimiento científico gozaba de un evidente valor militar, como
se demostraría décadas después con la conquista de territorios. Por eso, muchas
de sus expediciones fueron organizadas y dirigidas por el ejército imperial. Y
se necesitaban oficiales de mente abierta para hacerlas realidad.
En 1867, solicitó a la Sociedad
Geográfica Rusa su traslado a Irkustk, en el este de Siberia, para una expedición
que dejó reflejada en su libro Viajes por
la región de Ussuri. A ella hacía referencia Vladimir Arseniev en Dersu Uzala, que en 1902, también para
el ejército ruso, estudió la región de Chkotovo y la exploración de los
desfiladeros de Da-dian-chan, las montañas Puntiagudas, y otros lugares.
Antes del inicio de su quinto
viaje salió de casa en las inmediaciones de Karakol y contrajo el tifus al
beber agua del contaminado río Chu. Aunque fue trasladado a la ciudad, murió el
1 de noviembre de 1888. No pudo cumplir su sueño de alcanzar Lhasa, en el
Tíbet. Los estudios sobre ese territorio y Mongolia los continuaría Piotr
Kouzmitch Kozlov, que también contó con el apoyo de Semiónov y de la Sociedad Geográfica
Rusa.
Przevalski siempre manifestó su
admiración por este lugar, por lo que fue enterrado a pocos kilómetros de
Karakol, donde se alzó un monumento a su memoria y se creó un museo en donde se
exhibían objetos relacionados con sus exploraciones. Por orden del emperador,
que quedó muy afectado por su pérdida, la ciudad tomó el nombre del científico
ruso. Con la independencia la ciudad recuperó su nombre antiguo.
0 comments:
Publicar un comentario