Salimos de Bishkek en dirección
este y pronto atravesábamos los campos de maíz que se utilizaban para el
engorde del ganado. Como en el país vecino, los puestos de melones y sandías,
tomates y fruta en general, eran una constante. Edil comentó que la principal
riqueza del país aún era la agricultura y la ganadería, aunque suponía sólo el
14,6% del PIB. La industria era el 31,2% y el sector servicios era el 54,2%. El
turismo representaba el 7% del PIB.
En la ficha país preparada por
la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores y
Cooperación, reflejaban un PIB de 7.100 millones de dólares en 2017 (6.500 en
2016 y 6.600 en 2015). La tasa de inflación en 2017 fue del 3,2% y el desempleo
del 7,4%. Tenía un fuerte déficit comercial producto de mayores importaciones
que exportaciones. Sus principales clientes eran Suiza (27,4%), Kazajistán
(16,5%), Rusia (14,7%) y Reino Unido (10,7%). Entre sus proveedores estaban
Rusia (26,3%), Kazajastán (13%), Turquía (5%) y Uzbakistán (3,6%). Su principal
exportación eran los metales y piedras preciosas (45,5%).
La presencia española en la
economía de este país era prácticamente nula. Es sintomático que en la ficha
país informaran de que sólo había siete residentes españoles.
Avanzábamos por un terreno
plano. Las montañas nevadas ocupaban el fondo del horizonte.
En el país abundaba el agua, en
contraste con Uzbekistán. Las montañas eran, sin duda, su mejor reserva. Para
aprovechar esa riqueza hídrica habían construido varios embalses con sus correspondientes
centrales hidroeléctricas. Ello había provocado las quejas del vecino al
disponer de menos caudal y nutrientes para su agricultura. También porque
reducía la dependencia de Kirguistán del gas uzbeko. Eran los inconvenientes de
domesticar la corriente.
La carretera era cómoda y
plácida. Tras un primer tramo de doble sentido nos premiaron con una autovía.
El control policial del tráfico era abundante. Junto con nuestro minibús formaba
un pequeño convoy otro vehículo, un potente cuatro por cuatro japonés cargado
con nuestro equipaje. También parecía realizar labores auxiliares. Los dos
conductores eran experimentados profesionales. Se cumplía esa regla de conductor
experto con guía joven.
Kazajastán quedaba a nuestra
izquierda, detrás de las montañas bajas y peladas. Si hubiéramos querido cruzar
al vecino del norte (lo que ocurrió en algún momento por el trazado de la
carretera) no hubiéramos tenido que esperar mucho hasta el siguiente puesto
fronterizo. Los más cercanos eran Korday y Karasuu. Los kirguises mantenían
buena relación con los kazajos. Eran muy parecidos en tradiciones, cultura y
lengua. La madre de Edil era kazaja y él hablaba su idioma. Les compraban
petróleo, al igual que a los rusos (a los que vendieron la compañía nacional de
energía, ahora titularidad de Gazprom) , que se lo vendían más barato. Estos
países, más Armenia, Bielorrusia y China, formaban la Unión Aduanera Euroasiática,
que era beneficiosa para el país. Compraban muchos productos a China y esos
productos se vendían a muy buen precio en la capital, lo que atraía a muchos
compradores kazajos a su mercado, uno de los mayores de Asia central. Los vecinos
del norte estaban construyendo su propio mercado para aprovechar también esas
ventajas.
Nuestro guía nos comentó que en
el país diferenciaban las nacionalidades. Una persona podía ser kirguís y
kazajo, por ejemplo, si su familia era originaria de aquel país. La pauta la
daba el padre. Por eso, Edil no heredaba la nacionalidad kazaja de su madre al
ser su pare kirguís. Los conductores eran de nacionalidad ucraniana y rusa. Nos
preguntamos qué consecuencias hubiera tenido en España esa misma política
diferenciadora. Mejor no plantearlo.
El día había nacido despejado y
el sol era intenso. Sobre las 9.30 apretaba el calor, por lo que la jornada
estaría marcada por las altas temperaturas. El paisaje era verde, entretenido,
como si fuera Centroeuropa.
Con quienes mantenían sus
diferencias era con los uzbekos. En 2010 tuvo lugar un sangriento conflicto en
el valle de Fergana, el populoso y fértil territorio que compartían ambos
países con Tayikistán. Los deseos de autonomía que reivindicaban quedaron
aplastados.
Edil nos ofreció parar en un
mercadillo de fruta y verdura al borde de la carretera para comprar productos y
contemplar el mismo. No mostramos demasiado entusiasmo y continuamos. Pensé que
hubiera sido una buena experiencia pero nos hubiera retrasado.
Más allá de Kant (donde hay una
base rusa) un desvió hacia el sur conducía hacia el atractivo cañón Ysyk-Ata.
Ya habría tiempo para introducirse en las montañas y estudiar su hermosa
orografía.
En Tokmok tomamos el desvió
hacia Burana y Balasagún.
0 comments:
Publicar un comentario