Un interesante monumento que
podía pasar desapercibido era la primera Escuela Rusa, de 1912, que abrió a
instancias del secretario del Jan, Palvan Mirza-bashi, junto a la mezquita de
Islam Khodja. Eran tiempos de modernización que chocaban con las tendencias más
tradicionalistas. Ese enfrentamiento fue la causa del asesinato de Islam Khodja
en 1913. Su djadidizm o “nuevo
método” no fue bien aceptado. La escuela mantuvo su actividad durante la década
de 1920, a pesar de las dificultades y hasta su conversión en una escuela revolucionaria
soviética. Su fachada reflejaba esa combinación oriental y europea.
La huella de los rusos apareció
regularmente en nuestro recorrido por el país y por Kirguistán. Estaba en el
comportamiento de las gentes, en el conocimiento del idioma y en otros muchos
aspectos. Nunca pensé que el origen de
los rusos se encontrara en mercaderes escandinavos dedicados al comercio de
esclavos. El dato, una vez más, lo aportaba el libro de Peter Frankopan.
En la era de los vikingos, los
más valientes y duros orientaron su actividad hacia el este y el sur, las
tierras que gozaban de mayor prosperidad, en concreto, los sistemas hídricos
que unían el mar Negro con el mar Caspio. A estos hombres los denominaron rus o rhos, no se sabe si por el color rojo de su pelo o por la habilidad
que mostraban para remar. Corría el inicio del siglo IX.
Iniciaron sus contactos con las
gentes de la estepa y del califato de Bagdad y fueron estableciéndose a lo
largo del Oder, Neva, Volga y Dnieper. Staraya, Ladoga, Rurikovo Gorodische,
Beloozero y Novgorod comunicaban los mercados del norte y el sur.
Adaptaron sus embarcaciones a un
modelo más pequeño y ligero que pudiera transportarse fácilmente en las
distancias cortas entre ríos y lagos. El viaje era particularmente peligroso.
Los rápidos del Dniester podían ser mortales. También los asaltantes de
caminos, como los Pecheney.
Comerciaban con cera, ámbar,
miel, espadas, que eran muy admiradas en el mundo árabe y, sobre todo, con
esclavos. A cambio obtenían sedas de Siria, Bizancio o China. También cientos
de millones de monedas. Ello compensaba el viaje de casi 3000 millas.
Al final del siglo X, los Viking Rus dominaban una franja de
territorio que abarcaba el Caspio, el norte del mar Negro y llegaba hasta el
Danubio. Habían acabado con los khazars, que habían dominado ese comercio en
décadas anteriores. En el 965 destruyeron su capital, Atil.
Siglos después, aquellos
desarrapados del norte de Europa acabarían dominando una parte importante de
Asia central.
Según Frankopan, fue la campaña
de Napoleón contra Rusia lo que inició la transformación de este país en un
imperio moderno que tendría un papel protagonista en Asia central.
Durante décadas, Rusia fue
extendiendo sus fronteras hacia el sur. En muchos casos, mantuvo a los
soberanos en sus tronos y tuvo una especial sensibilidad con los pueblos
anexionados. Esa expansión liberó gasto militar que previamente se destinó a
neutralizar la amenaza de las estepas. Las conquistas permitieron acceder a
nuevas y fértiles tierras. Creció la economía.
La ofensiva contra Napoleón se
prolongó con un ataque sorpresa al Cáucaso. Los británicos decidieron apoyar a
los rusos en detrimento de Persia, que se vio obligada a firmar el humillante
tratado de Gulistán de 1813. Ganaban los territorios al oeste del mar Caspio.
Persas y otomanos fueron las
víctimas de esta pujante potencia que fue devorando pequeños y débiles estados
o territorios que habían estado en la órbita de pasados imperios. En 1828,
nuevamente las víctimas fueron los persas, que pasarían a ser de hecho un
protectorado ruso. A finales de la década de 1830 continuaban las campañas y el
campo de operaciones pasó a Afganistán, con la lógica intervención de los
británicos, que veían peligrar la joya de sus colonias, la India. La pugna
entre ambas potencias dio lugar al “Gran Juego”. Los británicos vieron con
recelo los movimientos rusos y en algunas ocasiones llegaron a provocar
auténtico pánico en Londres.
Los rusos veían a estas gentes
de las estepas como violentos y ajenos a la ley. No parecía que estas tierras
tuvieron un gran valor estratégico, pero suscitaron un abierto interés por su
conocimiento, que se prolongó en décadas futuras con expediciones científicas,
como la de Alexei Levshin y, más tarde, las de Nikolai Przevalski, por nombrar
las más conocidas.
Nikolai Ignat’ev fue el
responsable del envío de las expediciones a Persia y Afganistán que buscaban
una nueva ruta hacia la India a través de los ríos Syr Daria y Amu Darya. La
alianza con los kanatos de Jiva y Bujara le permitiría ese acceso. Lo que
inicialmente buscaba ser un incremento del comercio y el cese del tráfico de
esclavos rusos en esos territorios se convirtió a la postre en una anexión de
los mismos.
Será, sin embargo, la derrota en
la guerra de Crimea, a manos de franceses e ingleses, lo que provocará un
profundo cambio en Rusia y las reformas necesarias para impulsar
definitivamente su imperio. La paz de París fue humillante, pero obligó a hacer
autocrítica, a reformar el ejército y dotarlo de mejor equipamiento, derogar el
sistema de servidumbre y a un crecimiento económico sin precedentes. Rusia
estaba preparada para el asalto definitivo a Asia central que le conduciría a
la anexión de esos territorios.
Nota: la foto en sepia corresponde al Álbum de Turkestán, patrocinado
por el General Konstantin Von Kaufmann, ejemplar de la Biblioteca del Congreso de
Estados Unidos.Library of Congress, Prints & Photographs
Division, reproduction number, LC-DIG-ppmsca-09947-00356
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