La siguiente joya de nuestro
recorrido fue la mezquita del Viernes, mezquita principal cuya estructura
actual se remontaba al siglo XVIII (1789). Sustituía a una anterior del siglo X,
que se tomó como modelo para su reproducción, lo que explicaba las
peculiaridades que presentaba. Aún conservaba cuatro columnas de esa época. Era
un bosque de 221 columnas de madera finamente talladas que confirmaban la fama
de los trabajos en ese material en Jiva. Trece hileras de diecisiete columnas
se prolongaban en un efecto infinito. El techo era plano.
La sala hipóstila era un tanto
sombría, lo que quizás era una concesión a las primeras mezquitas árabes. Desde
luego, era muy diferente al resto de las que habíamos visitado, nada habitual
en Asia central. Dos pequeños patios hacían las funciones de lucernarios.
Aunque las columnas de madera parecían iguales, no lo eran. Habían utilizado
las de otros edificios y se había adaptado su altura por medio de las basas.
Estaban perfectamente alineadas y al situarse en determinados puntos sólo se
veía una columna.
Una pareja ataviada de forma
tradicional se sometía a una sesión fotográfica. Nos quedamos con ganas de
subir a su minarete.
Estábamos prácticamente solos,
lo que nos permitió disfrutar de ambiente y su silencio, de la penumbra, de la
espiritualidad que vagaba por todas partes. Hasta Valejón se apiadó de nosotros
y nos permitió pasear sin prisas.
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