Aquellos de las tumbas
tierra y polvo son ya.
Las partículas todas
entre sí se apartaron.
¿De qué vino se trata que
hasta el juicio final,
ajenos a nosotros y a los
demás quedamos?
Rubai de Omar Jayyam.
Caminamos por la amplia avenida
peatonal que dividía un extenso jardín. A ambos lados había una sucesión de
edificios iguales de dos plantas, la primera dedicada a vivienda y la baja a
tiendas. Muchas estaban vacías. Mostraban cierto nivel económico.
La siguiente parada fue ante una
estatua de Tamerlán en majestad. Era el único protagonista de una amplia plaza
que individualizaba su poder y que incluso daba cierto respeto a quienes
acudían a observarla.
El calor se hacía insoportable y
el sol amenazaba con causar un cáncer de piel en cada uno de nosotros.
Caminamos un poco más, pasamos la madrasa Chubin, a la izquierda, que había
sido reconvertida como museo de Tamerlán o dela ciudad, y realizamos la primera
parada del día en un restaurante de uno de aquellos edificios que nos habían
llamado la atención. El local estaba vacío y la entrada acumulaba trastos
varios, por lo que inicialmente consideramos que estaba abandonado. Sin
embargo, el interior estaba lujosamente acondicionado y en el centro (su forma
era circular), había un escenario donde previsiblemente amenizaban las veladas
de los clientes por la noche. Por supuesto, la comida consistió en sopas varias
de primero y brochetas u otros platos de segundo. Como la carta no estaba
traducida al inglés, Valejon la fue recitando, la gente preguntó en qué
consistía cada cosa, si la carne era de vaca o de cordero, si picaba o podíamos
relajarnos en ese aspecto y, con todo ello, formamos un carajal tremendo. Los
camareros no se aclaraban. Al final, después de una espera descomunal y del
olvido de algún plato, de buenas cervezas frías y de estar medio borrachos,
calmamos nuestro apetito. Reunir el dinero fue otro cristo, ya que dar el
cambio a cada cual era eterno. Eso sí, disfrutamos del aire acondicionado, que
fue un magnífico placer.
Continuamos caminando hacia el
sur bajo los portales de los edificios que limitaban el jardín, que parecía
eterno. Pasamos la madrasa Koba y la mezquita Absdushukur Agalik. La cúpula del
mercado estaba más alejada. Entramos en la tienda de un pintor y charlamos un
rato con él sobre algunas de sus creaciones, magníficas. Era continuador de la
tradición de miniaturistas del país. Aquí contemplamos la maqueta completa del
pórtico del palacio.
El hermoso pórtico de la
mezquita Hazreti Imam, del siglo XIX, nos recibió en la primera visita de la
tarde. Allí dormitaba de una forma cómica un señor mayor, quizá alguien
encargado del cuidado de la mezquita. En un extremo, otro hombre leía con
interés, como un ulema o un sabio sufí. Las finas columnas de madera
embellecían el pórtico. Ese mismo esquema se repitió en múltiples ocasiones a
lo largo del recorrido. El sencillo mimbar
estaba en un rincón del patio interior.
Detrás de la mezquita estaba Dor
As-Siadat (o Dorus Syadot) la Casa de los Decretos del Profeta o Casa del
Poder, con la tumba de Jahangir (muerto en 1376), en la pilastra izquierda, y
su hijo Umar Shaij, en la derecha. Se diferenciaba fácilmente por la cúpula en
forma de tienda, cónica, que remataba el complejo y que probablemente se debía
a artesanos de Jorezm. Hubiera tenido unas dimensiones enormes, de 70 metros de
largo por 50 de ancho. La cúpula interior mostraba los ladrillos y una sola
pechina con estalactitas. Bajando unas escaleras se llagaba a los restos de la
que hubiera sido la tumba de Tamerlán.
Continuamos hacia un complejo
religioso denominado Casa de la Meditación o Dorut Tilyovet. Aquí se encontraba
el mausoleo del jeque Shamseddin Kulgar (o Shamsitdina Kulola), tutor
espiritual de Tamerlán y de su padre Taragay. Dos cúpulas color turquesa
marcaban su ubicación. Su tumba estaba en el centro y la decoración interior
era de estuco con predominio del blanco y finos adornos muy relajantes. Al
lado, una capilla donde estaban enterrados los antepasados de Tamerlán en un
entorno también hermoso. Se trataba del mausoleo Gumbazi Seyidan o Cúpula de
los timúridas. En el lugar hubo también un janaka, un lugar de reunión para los
sufíes, lo que parecía confirmar que la zona fue de un especial valor místico.
La mezquita Kok Gumbas (o
Kuk-Gumbaz, cúpula azul) se debía al nieto de Tamerlán, Ulug Beg, quien en 1437
aprovechó el solar de la mezquita antigua para construir una nueva mezquita del
viernes. Era el perfecto complemento a los mausoleos de los timuríes y
místicos. La sala de oración, a la que se accedía por una baja galería, estaba
ricamente decorada con una gran variedad de motivos geométricos, vegetales y
caligráficos. Disfruté de ella en soledad.
En el patio que precedía la
mezquita esperaban mis compañeros a la sombra de los árboles. Se acercó un
vendedor y le compré lo más parecido a un gorro típico de los lugareños, que me
puse en sustitución de la gorra, para deleite y risas de mis compañeros.
Dejamos nuestro vehículo
aparcado junto a la mezquita ya que subiríamos a Langar en otro autobús. Nos
acercaron a un hotel para ir a los servicios y allí encontramos fotos antiguas
de la ciudad que mostraban un estado de los monumentos muy deteriorado.
Nuevamente, las rehabilitaciones, quizá excesivas, habían devuelto el esplendor
a los monumentos.
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