En el año 541 d. C. se produjo
un brote de peste bubónica que puede considerarse la primera pandemia
registrada y que tuvo una importancia capital en el vuelco en el equilibrio de
potencias imperante hasta entonces. Afectó al Imperio Romano y a ciudades de
Persia, alcanzando hasta China. El mundo conocido se cubrió de muerte y
desesperación. También se produjo una profunda crisis económica crónica.
Bizantinos y persas habían
aplacado mediante la entrega de importantes sumas de dinero a las tribus turcas
que les amenazaban. Pero las arcas estaban desfallecidas por la crisis
económica, con lo que los sucesores de Justiniano se negaron a pagar el humillante
tributo. En Persia, los turcos habían tomado el relevo de los hunos en la
presión sobre las fronteras orientales.
En esta situación, los turcos
propusieron una alianza a Constantinopla contra los persas, lo que resultó un
fracaso. Se abrió un periodo de continuas escaramuzas que dieron como resultado
el cambio de fronteras sin que ninguno de los dos grandes contendientes pudiera
consolidar sus conquistas. Además, ambos imperios sufrieron un desgaste que
décadas después fue aprovechado por un nuevo poder ascendente: los árabes.
La irrupción de Mahoma, un
comerciante del clan de los Banu Hashim, de la tribu de los Quraysh, se produce
en ese marco desquiciado que afectó profundamente a las tribus árabes, que
perdieron sus contratos de abastecimiento de cuero para las sillas de montar,
botas, escudos y cinturones para las tropas imperiales. También comprobaron que
descendía el número de peregrinos que acudía a rendir culto a las deidades
paganas de La Meca, y habían dejado de percibir las cantidades que les
entregaban persas y romanos para que no se levantaron en armas. Esas tribus
estaban desunidas. Uno de sus objetivos fue unificarlas bajo un mismo credo.
Mahoma recibió sus revelaciones
en el 610 d. C. en una cueva cercana a La Meca. Cuando inició su predicación se
encontró con la oposición conservadora de su tribu y se vio obligado a huir en
el año 622 a Yathrib, posteriormente rebautizada como Medina. Esa fecha marcó
el inicio del calendario musulmán.
En sus predicaciones vertió
advertencias muy claras: aquellos que siguieran sus enseñanzas encontrarían
campos fructíferos y repletos de grano. Aquellos que no lo hicieran,
contemplarían cómo sus cosechas se agostaban. Estarían condenados a la
maldición y al desastre.
En una primera etapa, Mahoma y
sus seguidores se convierten en una fuerza armada que se nutría de los botines
captados del asalto a caravanas. En la batalla de Badr, de 624, se produjo una
clara victoria que dio la razón a quienes opinaban que el profeta estaba bajo
la protección divina. La promesa de reparto del botín entre los que se unieran
a su causa potenció la captación de nuevos fieles. Una quinta parte quedaría en
favor del líder de los creyentes y el resto se repartiría entre sus seguidores.
Los avances de las tropas árabes
fueron imparables y derribaron el imperio persa entre 628 y 632. En 636 se
producen dos victorias esenciales que consolidarán su poder: la de Qadisiyyah,
frente a los persas, y la del río Yarmuk, cerca del mar de Galilea, frente a
Teodoro, hermano del emperador romano. Además, conquistará Jerusalén, la ciudad
hacia la que habían orientado sus oraciones hasta el año 628, en que la
sustituirá La Meca. Las primeras victorias provocaron un efecto dominó: las
siguientes ciudades y territorios preferían pactar una rendición digna. Los
seguidores de Mahoma tomarían el relevo de los persas. La conquista fue muy
rápida por esa unificación preexistente a la que sustituye.
En esa primera fase, la
población árabe y musulmana era muy escasa por lo que la colaboración de la
población local era necesaria. En muchos casos se mantuvo en sus puestos a
quienes detentaban cargos públicos. A los no creyentes sólo se les exigía un
tributo. La relación con judíos y cristianos era buena. Incluso, ambos grupos
mostraron abiertamente su entusiasmo ya que veían a los árabes como una suerte
de liberadores. Los árabes potenciarán los elementos que unían a las tres
religiones del Libro. Imperaba la tolerancia.
Pero esa tendencia cambió hacia
la década de 690 a consecuencia de las disputas entre las distintas facciones
del Islam. El proselitismo, la evangelización y conversión pasaron a primer
plano. Y una actitud hostil frente a judíos y cristianos se impuso.
La expansión hacia el este tuvo
lugar de manera lenta y constante. Las ciudades y provincias de Asia central
caerán progresivamente. En el año 712 conquistarán Tashkent, una fecha que
recuerda a la de entrada de los árabes en la península ibérica. En la década de
730 neutralizan a los nómadas turcos.
En el año 751 tuvo lugar la
batalla del río Talas, en el actual Kirguistán, que supone el cese del avance
de los chinos de la dinastía Tang hacia el oeste y una crisis política importante
en ese imperio. Paralelamente, tendrá lugar la ascensión de los uigures, que se
habían beneficiado de la protección de los Tang, que eran sus aliados, y que
sustituirán a los mercaderes sogdianos progresivamente en el comercio de la
zona.
Durante la dinastía Abasida, que
sustituirá a la Omeya a mediados del siglo VIII, se paralizó la expansión
política pero floreció la actividad intelectual, artística y científica. Para
finales del siglo X, el Islam era “un mundo rico en comercio, brillante por el
esfuerzo intelectual y notable en realizaciones artísticas”, según el Atlas del
Islam. “Sin embargo, había perdido la unidad política y el brillo militar que
caracterizaron sus primeros años”-continúa. La corte samánida de Persia
(819-1005) creó una unidad persa dentro del Islam.
El siguiente reto al que se
enfrentarán serán las invasiones nómadas de Asia central, primero de las tribus
turcas y, posteriormente, de los mongoles.
Fuente: The Silk Roads, de Peter Frakopan.
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