Los que poseían la
ciencia y la sabiduría,
suma de perfección, vela
encendida de sus compañeros,
no pudieron hallar la
salida de esta noche oscura,
contaron fábulas y se
durmieron.
Rubai de Omar Jayyam
Durante siglos, el oficio de
astrólogo fue prestigioso y aportó poder y riqueza a quien lo ejercía. También
podía reportar una muerte dolorosa y cruel si sus predicciones no eran
correctas.
Los
astrólogos, tras pasar el largo día investigando aquel enigma en el cielo,
descubrieron su secreto y regresaron sonrientes, con la siguiente conclusión:
si dos enemigos se juntan se debe al destino.
Este pasaje de El libro de los Reyes, de Firdusi, ilustra
cómo reyes y señores acudían constantemente a los astrólogos para pedir su
consejo antes de iniciar cualquier tipo de actividad. A ninguno se le ocurriría
emprender una campaña, salir de viaje o iniciar una batalla sin su visto bueno.
El astrólogo preparaba cuidadosamente el horóscopo de su señor y cobraba por él
una pequeña fortuna. Se cuenta que la fecha de nacimiento de Tamerlán, el 8 de
abril de 1336, fue realmente una fecha calculada para que la conjunción de
estrellas significara un augurio de fortuna. Los astrólogos se preocuparon de
que el gran héroe lo fuera por conjunción divina.
Por eso, era habitual que se
emprendiera la construcción de enormes y sofisticados observatorios que
permitieran la contemplación de las estrellas para servir a las artes de la
adivinación. Omar Jayyam, como hombre científico, además de poeta, ejerció como
astrólogo y le reportó muchas riquezas. Nuestra siguiente visita fue el
observatorio de Ulug Beg, el nieto favorito de Tamerlán.
El observatorio era muy popular
entre los habitantes de la ciudad. En general, era habitual encontrar turismo
local formado por grandes familias que abarcaban desde los abuelos a los
nietos. La cultura estaba arraigada en estas gentes, que nos saludaban
cariñosamente y que se ofrecían para ser fotografiados, amén de querer hacerse
fotos con nosotros. Los turistas extranjeros no eran muy abundantes y por ello
éramos un elemento exótico.
Subimos unas escaleras hasta la
escultura de Ulug Beg. El sultán astrónomo no duró mucho en el trono como kan -dos
años- pero fue gobernador de Samarcanda desde 1409 hasta 1447, fecha en que sustituyó
a su padre, Shah Rukh, que dirigió los dominios a la muerte de Tamerlán. Quizá le
hubiera gustado seguir la política de su padre, que no inició nuevas campañas
de conquista y que mantuvo una buena relación con la dinastía china de los
Ming. Sus errores políticos le llevaron al enfrentamiento sus sobrinos y con su
hijo, Abd al-Latif, que le venció y dio orden de que fuera decapitado mientras
realizaba la peregrinación a La Meca. Triste fin para un dirigente culto y
sofisticado que con gusto hubiera dejado sus responsabilidades políticas en
otras manos para consagrarse a la ciencia. Su escultura estaba rodeada de un
arco con la representación de los planetas. Un cráter lunar y un asteroide
llevan su nombre.
El Gurjani Zij, el observatorio,
fue construido en la década de 1420. Era un edificio redondo de tres plantas
que pudimos contemplar en una maqueta del museo, porque el observatorio fue
destruido en 1449, tras la muerte del sultán, por fanáticos religiosos que no
veían con buenos ojos los avances científicos. Parece que la ciencia y la
religión no se llevaban demasiado bien.
Lo que sí que ha llegado hasta
nuestros días es el arco que se utilizaba para determinar el mediodía y que fue
descubierto por el arqueólogo Vyatkin en 1908. Era el sextante Fakhri, que se
construyó bajo tierra para preservarlo de los terremotos. Fue el mayor
cuadrante de su época, con un radio de 40,3 metros. La esfera armilar y el
astrolabio no han llegado a nuestros días, aunque se podía contemplar su
reconstrucción en maquetas del museo. El sextante era iluminado por varios lucernarios.
El museo informaba (confirmado
en Internet y especialmente en Wikipedia) que el observatorio aglutinó a un
buen número de especialistas (además de a Ulug Beg), como Al-Kashi o Ali
Qushji. A Al-Kashi se debe el primer desarrollo del número pi. Por ello se le
conoció como el segundo Ptolomeo. Éstos científicos desarrollaron su labor de
investigación y difusión en la madrasa que construyó el sultán en Registán.
Todos ellos dejaron importantes tratados, como Sobre la supuesta dependencia de la filosofía de la astronomía, de
Ali Qushji, que ahondaban en la independencia de la astronomía respecto de la
filosofía natural. A la muerte del sultán se trasladó a Herat, Tashkent y
Tabriz para ser destinado finalmente como embajador ante la corte otomana,
donde continuó con sus trabajos.
El museo agrupaba diversos
materiales de gran interés, como maquetas, como tratados de astronomía,
ediciones del relato de Ruy González de Clavijo o el Zafarnoma, la narración de la vida de Tamerlán, instrumentos
astronómicos, ilustraciones de la época y explicaciones sobre la labor del
sultán y su corte de sabios.
Aquí se actualizaron las tablas
astronómicas de los movimientos planetarios que se conocían como las Tablas Iljaníes. Su actualización y
perfeccionamiento se publicó como las Tablas
Sultanianas, un preciso catálogo de estrellas. En ella se establecía el año
sideral en 365 días, seis horas, 10 minutos y 8 segundos, con una desviación al
alza de 58 segundos. Por ello, era justo que apareciera en un cuadro
acompañando a los grandes matemáticos y astrónomos europeos que habían
revolucionado esta ciencia.
Aún hubo tiempo para dar un
paseo por la zona ajardinada y contemplar desde aquella altura los campos y las
casas de Samarcanda. Los árboles impedían una visión más completa.
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