Me asomo al mirador de San Pedro
y vivo una explosión de sentimientos.
A mis pies se despliega una
extensa platanera que rodea varias casas, como en un asedio, termina en el
acantilado y compite en interés con las palmeras y algún drago. El azul
profundo lo busco en el horizonte. La espuma blanca del oleaje traza una cinta
que se quiebra y alza en forma de neblina.



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