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Imágenes y palabras de Etiopía 41. Carretera, vacas y arroz.


 

El desayuno nos reunió sobre las ocho de la mañana. La salida estaba programada para media hora después y algunos de mis compañeros se levantaron casi al mismo tiempo que yo me sentaba a la mesa colectiva. Encargué una tortilla y me la trajeron con escaso tiempo para tomarla con calma. Con calma se lo tomaban los de la cocina y los camareros. La celeridad es un término occidental de esa sociedad que llamamos moderna.

Atravesamos la ciudad, de la que no llegamos a hacernos una idea cierta al no haberla paseado, tomamos la carretera hacia el norte y nos sumergimos en un paisaje de llanura dominado por el agua, el verdor y los cultivos. Las vacas con joroba, como las que asociaba con la India, pastaban parsimoniosas cerca de casas diseminadas por todas partes al cuidado de niños que las dejaban a su ritmo.



La carretera que rodeaba el lago Tana por oriente había sido construida por los chinos. Eso explicaba la existencia de cultivos de arroz, un cereal que prácticamente era desconocido para los etíopes hasta la llegada de los orientales, que lo habían introducido para su consumo o el de los viajeros occidentales. Los locales no lo incluían en su dieta.



La vida de estas gentes se desarrollaba junto a la carretera que se convertía en una especie de eje de actividad. Atravesaba los pueblos, como hace décadas ocurría en nuestro país, y esos pueblos apenas eran un par de calles paralelas a la carretera. Las chozas salteadas en los campos buscaban su cercanía. Era un paisaje primitivo que desde la ventanilla del vehículo podía tener algo de bucólico. En la distancia corta debía de ser muy duro. A nuestro paso, los niños nos saludaban.

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