Mientras esperaba en la terminal
del aeropuerto me entretuve en leer algunos artículos y en recopilar algunos
datos macroeconómicos. Se me cayó el alma a los pies. Este estrecho y alargado
país de algo más de diez mil metros cuadrados (un poco mayor que la provincia
de Madrid), que la mayoría de la gente no sabe situar en un mapa, es uno de los
países más pequeños (el más pequeño del África continental) y pobres del
planeta. Estructurado en torno al río Gambia, alberga una población de algo más
de dos millones seiscientos mil habitantes, con una fuerte tasa de natalidad. La
mayoría de la población no tiene acceso a algunas comodidades o servicios
esenciales tan normales en nuestra vida cotidiana como el agua potable, la
sanidad o la educación.
Su PIB era de 2.159 millones de
euros en 2022, una cantidad que podríamos identificar como la facturación de
una gran empresa española. El PIB per cápita era de 818 euros. Eso equivale a
tener que vivir con unos 2,25 euros al día, si es que la distribución de la
riqueza fuera equitativa, algo que parece imposible, aunque como aclaraba Xavi
Molins, el fundador de Merak, la mayoría de la población es pobre pero no
miserable. No había grandes fortunas que descompensaran esa distribución. Algo
que juzgué como positivo.
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