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Entre mineros y moriscos. El valle del Almanzora 9. Bacares.


 

Después de muchas curvas y revueltas, de disfrutar desde el vehículo de un paisaje hermoso paré cerca de Bacares y contemplé la población desde lo alto. Se encontraba al fondo de un valle, en la confluencia de tres ríos, en una hondonada fértil. De vida tranquila y sencilla, era un lugar aislado donde era posible la felicidad. Sobresalía la torre de la iglesia. Afinando la vista observé los restos del castillo, que también databan del siglo XIII, como los de Serón. Era un pueblo blanco con tiestos de flores y parras, calles estrechas y mucho encanto. Su origen era fenicio o tartesio, según parece deducirse de la importancia de las minas de la zona. Habían localizado restos de fundiciones a campo abierto, propias de los fenicios. Lo que más me llamó la atención fue que las montañas estaban completamente abancaladas y cubiertas de árboles, olivos o almendros.



Me habían hablado de cierta cueva, pero no apunté su nombre. Tampoco encontré ningún cartel que me orientara o informara. En la página del ayuntamiento localicé la referencia a varias cuevas y simas interesantes. La más larga de la provincia recibía ese nombre, Cueva Larga o del Periodo. No tuve ocasión de visitar ninguna de ellas.

Sobre la población aparecía La Tetica, una montaña a más de 2000 metros desde la que, en los días claros, se podía ver África. En lo alto habían instalado una estación de radio que había sustituido al enlace geodésico y astronómico entre España y Argelia de hace más de un siglo.

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