La Universidad de Bolonia fue
fundada en 1080 y es la universidad europea más antigua y una de las más
prestigiosas. Se calcula que unas 100.000 personas de la ciudad y sus alrededores
están relacionadas con ella. Durante siglos, sus dependencias estuvieron
dispersas hasta que en 1563 se terminó la sede permanente con el palacio del
Archiginnasio.
Para una universitaria de pro
como es Amparo, la visita es obligada. También es obligada porque es parte de
la esencia y la historia de la ciudad. Sin ella, nunca hubiera sido la urbe
abierta, intelectual, científica, también contestataria y progresista. La
mezcla de cultura y economía fue una simbiosis que otorgó personalidad a
Bolonia. Los comerciantes financiaban los sueldos de los profesores con sus
impuestos y esos profesores otorgaban prestigio a la ciudad mercantil.
Tras el largo pórtico nos
asomamos al patio. La lluvia provoca un estruendo que nos deja silenciosos y
aporta solemnidad a nuestra entrada. El espíritu de Legistas y Artistas se
mueve bajo las arcadas y nos anima a subir por las primorosas escaleras. No se
puede acceder a la capilla de los Bulgari.
Actualmente, el edificio alberga
la Biblioteca Comunal (municipal) con 800.000 volúmenes y singulares joyas. El
tránsito de jóvenes hacia sus salas de lectura es constante. Quizá los
visitantes somos un cierto elemento incómodo.
Desde el principio nos llama la
atención la profusión de emblemas, escudos y memoriales. El homenaje a
profesores y alumnos ilustres (uno de ellos fue Dante) es constante y llena
muros y arcos. Los alumnos se clasificaban en citramontani y ultramontani,
según fueran de este lado de los Alpes o del otro (Italia aún no existía como
tal). Hay curiosidades para todos los gustos.
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