El término Athabasca estaba
presente en varios topónimos de una amplia zona que abarcaba tanto el Parque
Nacional Jasper como la provincia de Alberta. Su significado en la lengua cree
era “donde hay plantas una tras otra”, y se utilizó inicialmente (anglizado) para
referirse al lago Athabasca. El río Athabasca nacía en Columbia Icefield, en el
Parque Nacional de Jasper y desembocaba en el lago del mismo nombre en el
Parque Nacional del Búfalo del Bosque. El lago desaguaba por el río Slave
(Esclavo). Ubicado entre Alberta y Saskatchewan tenía una superficie de 7.850
km2, como algunas provincias españolas (la de Madrid era ligeramente mayor, 8.028
km2).
El río, con una longitud de 1.231
kilómetros y una cuenca de 95.300 km2 recorría 168 kilómetros por el Parque
Nacional de Jasper. Pertenecía a la cuenca del río Mackenzie, cuyas aguas
desembocaban en el Ártico.
Al monte Athabasca se le
calificaba como el vértice hidrográfico de Norteamérica porque sus aguas
acababan en tres cuentas hacia tres océanos: al este, el Atlántico; al oeste,
el Pacífico; y al norte, el Ártico y la bahía de Hudson. Estaba entre los Parques
Nacionales de Jasper y Banff y alcanzaba una altura de 3490 metros. Junto a él
destacaban el monte Andrómeda y el glaciar Athabasca. Nuestro hotel de aquella
noche estaba frente al monte y el glaciar, todo un privilegio.
El río Athabasca nos había acompañado en un tramo del día y nos ofreció un espectáculo plagado de fuerza: las cascadas Athabasca. Un escalón de la orografía y un tajo en el terreno formaban aquella maravilla. La caída no era muy alta, unos 25 metros, pero el tremendo vigor nos dejó pasmados. Y un tanto calados, ya que la humedad en suspensión que dejaba en el ambiente era como una persistente lluvia horizontal.
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