Pasamos Jasper, continuamos
hacia el norte con la compañía del río Athabasca y los lagos que quedaban a
derecha e izquierda de la carretera hasta tomar el desvío hacia Maligne Canyon.
El nombre maligne del río,
el lago y el cañón se los asignó un misionero belga que calificó la corriente
como maligna por su peligrosa bravura, que comprobamos nada más aparcar el
coche y dirigirnos a la fisura entre las paredes de la roca por la que se
deslizaba el agua generando prodigiosos torrentes y hermosas cascadas. Se
estructuraba en torno a siete puentes que unían una senda especialmente trazada
para aprovechar al máximo la espectacularidad del lugar. Nosotros solo
recorrimos los tres primeros, algo más que suficiente para empaparse del lugar.
Sin embargo, desde luego, quien disponga de suficiente tiempo debe de completar
el recorrido porque el premio es fabuloso. Los remolinos que forma el río son
únicos.
El cañón quedaba oculto por los
árboles. Siguiendo las indicaciones avanzamos hasta el gigantesco tajo en la
piedra que había abierto la erosión del torrente y el hielo. El río producía un
ruido constante, potente, aunque relajante. Había que asomarse para encontrar
sus aguas turbulentas.
Los árboles crecían junto a los
bordes, en el interior del cañón, donde encontraran un mínimo de terreno para
agarrarse. Eso ocasionaba que algunos cayeran y fueran arrastrados por la
corriente creando auténticos diques. No era conveniente salir de la zona
vallada con troncos ya que el terreno era inestable y mucho más tras las
lluvias.
Los visitantes estaban bien
distribuidos, sin apreturas. Charlamos con una familia chilena que nos trasladó
su admiración por el lugar y la preocupación por la situación política de su país.
Era estupendo encontrar a gente que hablara nuestro idioma y dialogar
abiertamente. Su recorrido era un regalo para la abuela, que caminaba con
firmeza a pesar de la limitación de sus piernas.
Aquello era un excelente rincón
de soledad. Por lo que luego pude averiguar, los grupos se dirigían a otro
lugar para contemplar el lago Maligne y una imagen icónica con un islote que
dividía la perspectiva del mismo y que había popularizado un fotógrafo hace
muchas décadas.
Las cascadas marcaban hitos alternativos
a los puentes.
0 comments:
Publicar un comentario