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Viaje a Alaska y Canadá 140. Maligne Canyon.

 


Pasamos Jasper, continuamos hacia el norte con la compañía del río Athabasca y los lagos que quedaban a derecha e izquierda de la carretera hasta tomar el desvío hacia Maligne Canyon.

El nombre maligne del río, el lago y el cañón se los asignó un misionero belga que calificó la corriente como maligna por su peligrosa bravura, que comprobamos nada más aparcar el coche y dirigirnos a la fisura entre las paredes de la roca por la que se deslizaba el agua generando prodigiosos torrentes y hermosas cascadas. Se estructuraba en torno a siete puentes que unían una senda especialmente trazada para aprovechar al máximo la espectacularidad del lugar. Nosotros solo recorrimos los tres primeros, algo más que suficiente para empaparse del lugar. Sin embargo, desde luego, quien disponga de suficiente tiempo debe de completar el recorrido porque el premio es fabuloso. Los remolinos que forma el río son únicos.

El cañón quedaba oculto por los árboles. Siguiendo las indicaciones avanzamos hasta el gigantesco tajo en la piedra que había abierto la erosión del torrente y el hielo. El río producía un ruido constante, potente, aunque relajante. Había que asomarse para encontrar sus aguas turbulentas.



Los árboles crecían junto a los bordes, en el interior del cañón, donde encontraran un mínimo de terreno para agarrarse. Eso ocasionaba que algunos cayeran y fueran arrastrados por la corriente creando auténticos diques. No era conveniente salir de la zona vallada con troncos ya que el terreno era inestable y mucho más tras las lluvias.

Los visitantes estaban bien distribuidos, sin apreturas. Charlamos con una familia chilena que nos trasladó su admiración por el lugar y la preocupación por la situación política de su país. Era estupendo encontrar a gente que hablara nuestro idioma y dialogar abiertamente. Su recorrido era un regalo para la abuela, que caminaba con firmeza a pesar de la limitación de sus piernas.

Aquello era un excelente rincón de soledad. Por lo que luego pude averiguar, los grupos se dirigían a otro lugar para contemplar el lago Maligne y una imagen icónica con un islote que dividía la perspectiva del mismo y que había popularizado un fotógrafo hace muchas décadas.

Las cascadas marcaban hitos alternativos a los puentes.

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