José Ramón me invitó a buscar en
internet “voluntarios catalanes en Alaska” y la sorpresa fue mayúscula. Su
vinculación con Nutka era una de esas muchas páginas desconocidas por la
mayoría de los españoles.
La alarma por aquellos posibles
asentamientos rusos en Alaska provocó la formación de varias compañías de
voluntarios en varios lugares de España. Una de ellas estaba formada por unos mil
doscientos catalanes que zarparon de Cádiz en 1767 y llegaron a México un año
después. La Compañía Franca de Voluntarios Catalanes estaba destinada
inicialmente a la lucha contra los indios de Nueva España. Su comandante era
Pedro Alberni, de Tortosa.
Saltamos a 1788. A Esteban José
Martínez se le encomienda explorar el litoral pacífico hasta Alaska. Alcanzará
Unlaska, en el mar de Bering. Superada la boca del estrecho del príncipe
Guillermo, cerca de Puerto Valdés, se encuentra con los rusos, que se estaban
pertrechando para ocupar Nutka. Ante esta tesitura tomó posesión formalmente de
la misma y construyó un fuerte. También dio lugar a la creación de dos
poblaciones que se vincularon enérgicamente con los catalanes: Córdova (según
la grafía de la época, con v) y San Miguel. En noviembre de 1790 los
voluntarios catalanes repararon y mejoraron las defensas del fuerte San Miguel.
Regresó a San Blas en 1794.
Esteban José Martínez
protagonizó una de esas páginas singulares de nuestra historia. Al tomar
posesión de Nutka encontró dos barcos norteamericanos en busca de pieles. También
una embarcación portuguesa perteneciente a una compañía inglesa. Dejó marchar a
los barcos estadounidenses, que se habían refugiado allí por el mal tiempo. La
requisa de los barcos ingleses, que mandó a San Blas, produjo un incidente
conocido como “la cuestión de Nutka”. Recibió instrucciones contradictorias en
cuanto a su liberación o retención. La Corona española quería congraciarse con
la británica y evitar cualquier tipo de conflicto armado.
El Tratado de Basilea de 1795
reconocía la derrota de España frente a la República Francesa. Tuvo como una de
sus consecuencias la renuncia por parte de Godoy, en nombre de España, a
aquellos territorios en favor de Gran Bretaña, buscando su ayuda futura.
Con estos recuerdos me quedé
dormido en el bus hasta que nos depositó ante nuestro hotel en Vancouver.
Jesús se animó a dar un paseo
por nuestro barrio después de cenar, que estaba bastante animado. Yo me quedé
ordenando mis notas en la habitación.
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