Luis I no estaba destinado a
reinar, como décadas antes ocurriera con su abuelo, Pedro IV. Se cumplía la maldición
de los Braganza. Un monje despechado la había lanzado. Implicaba que ningún primogénito
de la dinastía reinaría. La costumbre era concentrar la educación política en
el heredero al trono, por lo que al morir prematuramente éste su sustituto
adolecía de esa formación. No por ello se puede decir que se diera al resto una
educación descuidada. Luis tuvo una formación científica destacada, lo que se
tradujo en su reinado en varias expediciones científicas a África, en plena
ebullición colonial. Cada país europeo buscaba su tajada en aquel continente
del que poco se sabía.
En 1861 fallecieron por una
epidemia de cólera sus hermanos Pedro V y el infante Fernando. Ese mismo año,
el 11 de noviembre, fue coronado. Su reinado se prolongó hasta 1889. Durante el
mismo gozó de estabilidad política con la alternancia de progresistas y
regeneradores, salvo por el pronunciamiento de Saldanha en 1870. La corrupción
de los partidos provocó que floreciera el sentimiento republicano que afectaría
duramente a la monarquía con el asesinato de su hijo Carlos I en 1908 y el
advenimiento de la República en 1910. Luis I abolió la esclavitud en las
colonias y vendió los bienes del clero.
Intentó modernizar el país en
todos los aspectos. El duque de Oporto, que ese fue el título que recibió al
nacer (también fue duque de Viseu) recompensó a la ciudad con la celebración de
la Exposición Internacional de 1865. Fue la primera exposición internacional en
la península Ibérica. El Palacio de Cristal, donde se celebró y que era de la
misma fecha, al estilo del de Londres, fue demolido en 1951 y sustituido por
una moderna estructura. Pervivieron los jardines desde los que se obtenía una
magnífica vista de la ciudad.
Su otro gran legado en
infraestructuras y obra pública fue el puente que llevaba su nombre y que se
había convertido en el icono de la ciudad. Iniciado en 1881, fue inaugurado en
1886, poco antes de concluir su reinado. Su diseño corrió a cargo del ingeniero
alemán Théophile Seyrig, que fuera socio de Gustave Eiffel y autor del otro
puente de acero de la ciudad, el María Pía. Curiosamente, el proyecto de Eiffel
fue rechazado al consistir en una única plataforma. La construcción corrió a
cargo de la sociedad belga Societé de Willebroek.
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