Regreso a la caja de donde salió todo. Tomo uno
de los libros, el de Mircea Eliade y leo un párrafo de Tagore:
Yo no digo que la India sea
un país perfecto, aéreo, vistoso. La India es un continente desgraciado, pecador,
mestizo, maltratado por la historia y no reconocido por los historiadores, un
continente que nos repugna (por eso voy tanto a Europa), pero siento lástima
por su gloria y su genio que se están transmitiendo con toda viveza a través de
la tradición oral y de la literatura escrita desde hace tantos miles de años.
Reconozco su vigencia. Mientras rememoraba los pasajes del viaje sentí por momentos repulsión. Sin embargo, se compensaba con la gloria, el genio y la espiritualidad del país. Cuando en alguna ocasión comentábamos mi tío y yo, como en otros viajes, si nos gustaría vivir una época o permanentemente en la India, nuestra contestación fue sencilla y directa. También nuestro deseo de regresar.
La caja continúa en lugar preferente y cada vez que escarbo en su contenido aflora una nueva anécdota del viaje. El viaje revive como si se reencarnara en cadena por la intercesión del contenido. Vuelve a mi mente y vuelvo a disfrutarlo con la misma intensidad de aquellos días. Me acompañará durante mucho tiempo. Espero que en sucesivas reencarnaciones, acompañando a mi alma en cada viaje que haga a un nuevo cuerpo.
Decía Pessoa que “los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”. No le faltaba razón al poeta portugués y esa ha sido la intención de este libro: transmitir lo que somos envuelto en el ropaje de nuestro viaje.
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