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Los saris son el color de la India 132 (2011). Devi Garh y Nagda.


 

Las nubes cubrían las cumbres de las montañas. Parecía inevitable que nos acompañara la lluvia. Nuestra visión era gris.

Nos llamó la atención la cantidad de mármol, granito y piedra que se amontonaba junto a la carretera. La zona era abundante en canteras que habían alimentado los muros de palacios y templos.

Ascendimos un puerto y al coronarlo topamos con una soberbia puerta que semejaba un arco de triunfo. Así, aislada en medio de la naturaleza, era una incógnita. Muy cerca estaba Devi Garh, una fortaleza del siglo XVIII que cubría uno de los pasos hacia Udaipur. Lo habían reconvertido, cómo no, en un lujoso hotel de 39 suites. En Internet aparecía un baori en sus inmediaciones y una estructura similar a la de los palacios de Udaipur. Desde aquellas alturas se controlaba la zona y se gozaba de impresionantes panorámicas.



La vertiente por la que bajamos estaba cubierta de bosques, salvo una montaña del lado derecho condenada a la esterilidad. Cualquiera diría que la ausencia de árboles se debía a algún maleficio. El valle en la zona baja era muy fértil. Estaba salpicado de shikharas. Las vacas interceptaban la carretera y hacían la conducción sumamente peligrosa. Menos mal que Krishna estaba en todo. Tanto, que nos tenía una sorpresa.

Eklingji es Shiva bajo la forma de una emblemática piedra. Esta manifestación era la encargada de garantizar el bienestar de los Mewar, los príncipes de Udaipur, que construyeron un conjunto de 108 templos (número mágico) para honrar a su dios principal. El primero se remontaba al siglo VIII.

El lunes era precisamente el día más favorable para visitar el templo, según informaba la guía. Por la tarde, era habitual encontrar al maharana mezclado con el pueblo. Pero abrían a las 10.30, lo que nos hubiera obligado a una larga espera y a alargar aún más la jornada. Se impuso la cordura y no paramos. El lingam de piedra negra con cuatro caras que allí se veneraba tendría que esperar a otra ocasión.

Sin embargo, pasado el bullicioso pueblo y la muralla que rodeaba el complejo de templos, Krishna se desvió a la derecha y tomó un camino hasta unas ruinas. Él decía que era Eklingji place pero quizá fuera Nagda, la antigua capital de los Mewar allá por el siglo VII. Si estuviera en lo correcto, los templos que observamos fueron los de Saas-Bahu, gemelos, de la suegra y la nuera, como sería la traducción de esos términos, y el Adbhutji.

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