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Los saris son el color de la India 131 (2011). Hacia Jaipur. El Día Nacional.

 


Los días de tránsito entre dos ciudades pueden ser tediosos. Montas en el coche, te acoplas lo mejor posible en el asiento para que la espalda se resienta lo menos posible y te dispones, con la paciencia de un sadhu, a que pasen los kilómetros como en una larguísima película-documental sobre la India rural. Buscas entre el muestrario de mantras cual es el más adecuado para sobrellevar la pesadez del viaje y te dejas arrastrar por la monotonía.

Con ese planteamiento, aquel día hubiera sido insoportable. Leo las notas de mi tío y me sumo en un sueño profundo. Incluso siento esa pesadez a la hora de escribir sobre esas jornadas pasajeras. Sin embargo, los caminos de la India son generosos y sus dioses se preocupan de situar templos, fortalezas, ciudades sagradas y otros entretenimientos para que el viajero no se aburra y, aunque no alcance el nirvana, no se deprima por los oscuros perfiles de la jornada. Gracias por ese granito de arena de diversión cósmica en aquellos días de perpetuo movimiento.

El inicio de la mañana nos introdujo en los montes Aravalli. Nos esperaba una jornada agotadora hasta Jaipur.

Nos levantamos a las 6.30 de la mañana y al ponernos en movimiento encontramos poca actividad. Era 15 de agosto, National Day, el día que conmemoraba la independencia del país allá por 1947. Desgraciadamente, aquella felicidad quedó enturbiada por los enfrentamientos y el éxodo provocado por la Partición, el mayor drama vivido por la India contemporánea.

Leí que el día fue calificado como no propicio. Los augurios eran negativos. Además, caía en viernes, un día nefasto. Lord Mountbatten, que fue quien eligió la fecha, no fue consciente de su error. Lo había elegido porque coincidía con el de la capitulación de los japoneses. Al consultar a los astrólogos se acordó que la independencia tendría lugar a las 12 de la noche del 14 de agosto de 1947. El principal obstáculo era removido. En ningún caso, el odio posterior. Menos mal que era lunes. El domingo también era no propicio. No nos acompañaría el mal fario, pensamos.

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