El orden en nuestras visitas
queda marcado por los horarios. Los domingos cierran los lugares de culto,
mientras que los museos lo hacen el lunes. Asignar cada lugar a cada hora
hubiera requerido una hoja de excell.
Hemos optado por una lista con crucecitas al lado.
El horario limitado de las
capillas Mediceas y su cercanía nos decide para asignarle el primer número en
el recorrido.
La basílica de San Lorenzo está
íntimamente ligada a la familia más poderosa de Florencia. Los Medici tenían
muy cerca su palacio (el Medici-Riccardi) y probablemente a esta iglesia
acudieron durante generaciones. Ellos serán quienes financien la reforma de la
antigua iglesia Ambrosiana del siglo IV que ya fue reformada en el siglo XI. Se
encargó el proyecto a Brunelleschi, que lo concluyó en 1419. La mano del
arquitecto se refleja en la sencillez, la simplicidad, las líneas desnudas y
una gran luminosidad. El interior sigue esa misma pauta.
La fachada quedó incompleta. En
las anteriores ocasiones que visitamos la ciudad nos llamó la atención que esa
fachada de ladrillo visto y ese interior sin lujos fuera un monumento tan
aclamado. Ahora lo comprendemos mejor. El proyecto para la fachada principal
que propuso Miguel Ángel en 1531 no se ejecutó nunca. Hubiera recubierto de
mármol la fachada.
Aquel impulso de la reforma
renacentista de la Iglesia coincide con el ascenso de los Medici. En 1434,
Cosme el Viejo, un gran mecenas contemporáneo del arquitecto y de Donatello,
autor de los púlpitos y de la decoración de la Sacristía Vieja, toma el poder
de la República. Cinco años más tarde, la ciudad acogió el consejo eclesiástico
de Florencia con el objetivo de reconciliar a las iglesias de Oriente y Occidente.
No hubo tal reconciliación, aunque los eruditos que asistieron desde Bizancio
dejaron la semilla del Renacimiento que floreció en la ciudad.
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